El motivo para quedarnos a dormir en Aveiro no era visitar esta ciudad de aire afrancesado. Un conglomerado de edificios nuevos, fachadas azulejadas, casas abandonadas, un poco de art nouveau, quintas despampanantes, canales con moliceiros, y, como no, unas cuantas iglesias.
Experiencia gastronómica en Aveiro
El motivo era acortar camino en nuestro viaje a la Serra do Açor. Bueno, pero sobre todo, experimentar un paseo culinario por los sabores que ofrece el restaurante Salpoente. Una cuidada decoración, un impecable servicio y una excelente cocina con toques innovadores. Supone una alternativa a la tradicionalista gastronomía que predomina en Portugal. Especialmente me gustó el mero con caviar. Eso sí, las raciones no son tan abundantes como es habitual en Portugal.
Un antiguo almacén de sal, en el Canal de San Roque, ha sido conservado y a la vez remodelado con esmero para dar cabida a este restaurante. Porque, precisamente la sal extraída de la ría de Aveiro fue durante mucho tiempo un medio de vida en esta ciudad.
Moliceiros en los canales. Típicas barcas de Aveiro
Ciudad de canales y moliceiros
Por la mañana, los turistas copaban los moliceiros para un paseo fluvial por sus canales. Mientras tanto, nosotros visitábamos tiendas de discos en un soleadísimo día de marzo. Esas coloridas barcas, típicas de la ciudad, se han reconvertido en atractivo turístico y ahora surcan las aguas de los canales repletas de visitantes.
Desde luego que los canales suponen el mayor tipismo de Aveiro. Hay que imaginar esos canales surcados por moliceiros a vela en el pasado, transportando sal o moliço. Moliço se denomina a un alga recogida en la ría que usaban como fertilizante agrícola.
Fachadas de art nouveau frente a los canales de Aveiro
La ciudad merece un paseo, pero sin duda, la costa de Aveiro guarda rincones encantadores que recomiendo conocer.