El Portugal profundo se vuelve todavía más profundo en la aldea de Pena. Ahí aconteció el suceso que da nombre a este trilho: onde o morto matou ao vivo. Estamos dispuestos a conocer las leyendas y los paisajes que embargan recónditos lugares, recorriendo esta ruta de senderismo entre las aldeas de Covas do Río, Pena y Covas do Monte.
Iniciamos la ruta en Covas do Río, en el municipio de Sao Pedro do Sul, distrito de Viseu. Ya sólo llegar a esta pequeña aldea del Portugal profundo ha sido toda una odisea. Es como salir del siglo XXI e internarse de repente en el siglo XX, porque la carretera que tomamos desde que dejamos la autopista en Castro Daire no podía ser más tortuosa. Menos mal que la estaban reparando, porque la pillamos en su peor situación. Sorteando agujeros y más agujeros, máquinas excavadoras, y los montículos que ellas habían acumulado al mover materiales.
El carácter rural y sosegado de Covas do Río pervive en cada uno de sus rincones. Su horizonte está delimitado por la Serra de Sao Macario, y, en contra de lo que yo pensaba, no está al lado de ningún río. Se enclava en una ladera que sus habitantes han labrado en terrazas de cultivo.
La ruta circular transcurre entre las aldeas de Covas do Río, Pena y Covas do Monte. Nosotros la realizamos en el sentido de las agujas del reloj, tomando un camino tradicional empedrado que desciende desde Covas do Río en dirección a Pena. Aunque, este descenso inicial es sólo un efímero espejismo, pues pronto la senda comienza a ascender.
No hay grandes paisajes en este recorrido inicial, aunque sí variados. Comienza con huertos de olivos y viñedos, en el valle de a Aguia. Otros tramos discurren por bosques forestales, otras veces se humedece el entorno en las inmediaciones de pequeños regatos. Y, a veces nos ofrece vistas algo más despejadas hacia el escarpado valle.
Subimos paulatinamente y tranquilamente, pensando que no tendríamos que sudar. Pero, resulta que más adelante nos adentramos en un abrupto desfiladero, y la subida se acentúa. Entre los peñascos rocosos se precipita el río de Ribeira da Pena, formando pequeñas cascadas, mientras el cañón se estrecha entre paredones de roca.
De toda la ruta circular, este tramo entre Covas do Río y la aldea de Pena es el conocido como “Onde o morto matou ao vivo”, coincidiendo con el trayecto que tenían que recorrer antiguamente los habitantes de la aldea de Pena para enterrar a sus muertos en el cementerio de Covas do Río. Es difícil imaginarse esa peregrinación por este estrecho y pendiente sendero, a veces tallado en la roca que requiere echar las manos para mantener el equilibrio. Cuentan que en una ocasión, se soltó un ataúd que llevaban a cuestas, desplomando a uno de los porteadores. El suceso terminó con un muerto de más. De ahí que, el muerto mató al vivo.
A la aldea de Pena llegamos a medio día oliendo al churrasco que asaban en la taberna de la aldea. Resultaba tentador. A 660 m de altura, es una recóndita aldea de xisto, incomunicada por carretera hasta hace pocos años.
Las huertas y el ganado eran el sustento de la aldea de Pena cuando ocurrió el acontecimiento que da nombre al trilho. Estamos en el municipio de Sao Pedro do Sul. Cuentan que tan apenados estaban sus habitantes al haber tenido que mudarse a este valle escondido que, siempre lamentándose, su aldea fue conocida como Pena en todo el entorno. El motivo no había sido otro que huir de una serpiente y refugiarse en un lugar recóndito.
Aldea de Pena
Sus habitantes miraban a su alrededor para proveerse de materiales. Y aquí, lo que predominan son las rocas de xisto (pizarra).
Pena ya dispone ahora de luz eléctrica, pero sus calles siguen siendo de tierra o de piedras. Poca gente habita ahora en la aldea, que ya dispone de acceso por carretera.
Después de curiosear por Pena, retomamos la marcha por un sendero flanqueado por alcornoques. Nos dirigimos a Covas do Monte y la ruta continúa en ascenso.
¿Serán antiguas bodegas de la aldea de Pena?
Las vistas son ahora más abiertas. El paisaje es muy bonito. Cada ladera es diferente, y nuestra perspectiva va cambiando a medida que avanzamos. Una ladera es abrupta, rocosa y poblada por pequeños árboles: encinas y alcornoques en su mayoría. La ladera de enfrente está forrada de matorrales bajos en distintas tonalidades cromáticas. Enfrente, se abre el valle en el que divisamos Covas do Río. Toda la montaña que respalda esta pequeña aldea ha quedado totalmente calcinada por los incendios del verano. El fuego llegó justo hasta la aldea, salvándose ésta y los terrenos agrícolas que se extienden ladera abajo.
El colorido es tremendo. Es como si las rocas se hubieran mimetizado con la vegetación. Los brezos todavía están en flor, y combinan el color rosa de sus flores con el verde de sus ramas, Igualmente, las rocas se visten de rosa y verde. Especialmente en la ladera que nos conduce a Covas do Monte predominan las pizarras rosadas, mientras que en la ladera de enfrente abundan en color verde-azulado…….o sea, análogos colores a los de su correspondiente entorno vegetal.
Mirando hacia atrás
Pasamos mucho calor, y eso que ya es octubre. Pero es que el terreno rocoso absorbe la radiación solar y la devuelve contra ti.
Este panorama nos acompaña hasta que alcanzamos la carretera, que discurre por lo alto de la sierra. Para llegar desde la carretera hasta Covas do Monte, existe la posibilidad de atajar monte a través por una pronunciada pendiente. El atajo no es tal. Es horrible bajar por ahí. Yo lo intenté, pero resbalaba tanto con mis suelas desgastadas que a la mitad preferí dar vuelta y subir hasta la carretera para continuar por ella hasta Covas do Monte.
Ésta es otra aldea de xisto emplazada en un valle de tierras de cultivo, que protegen los montes de la Serra de…………………… Unos banquitos a la sombra son el punto de encuentro de las gentes de la aldea, eso sí, de avanzada edad todos ellos. Ahí se sientan a conversar, y este día, también a mirar extrañados el paso de forasteros.
Fachada de una vivienda de Covas do Monte, con azulejos que representan escenas de vendimia
El último tramo de la ruta transcurre entre las aldeas de Covas do Monte y Covas do Río. Ni la primera está en el monte (sino en el valle), ni la segunda en el río. El camino sigue siendo un rompepiernas, subimos y bajamos continuamente.
El escondrijo de Covas do Monte
El panorama no podía resultar más desolador. Las vistas nos muestran enormes superficies quemadas, prácticamente toda la sierra, de arriba abajo.
Es un milagro que se hayan salvado algunas casas aisladas en el fondo del valle, que vemos completamente rodeadas de monte calcinado. Pero, siempre hay lugar para la esperanza. De ello se encargan las manchas verdes que destacan entre tanta superficie marrón. Y es que algunas especies vegetales guardan sus mejores bazas para después de los incendios. Encierran sus semillas durante años en cascarones resistentes al fuego para que después de que el resto de especies hayan sido arrasadas, ellas puedan resurgir al quedarse sin competencia. Son las supervivientes, las que quieren demostrar que hay vida después del fuego.
Finalmente, abandonamos la pista con vistas desviándonos por un sendero que nos adentra en un bosque. En este hábitat conviven especies atlánticas y mediterráneas, y así encontramos robles y castaños junto con encinas y alcornoques.
Por un camino tradicional empedrado regresamos a Covas do Río. Es turno para escuchar los rincones de esta aldea de xisto, que nos hablan de la vida cotidiana de sus habitantes.
Mirador de Sao Maccario
Culminamos el día subiendo en coche al Alto de Sao Macario por una pista de tierra muy panorámica que parte cerca de Covas do Río. A 1000 m de altura, es un magnífico mirador. Buenas y amplias vistas hacia numerosas sierras portuguesas. La ermita de Santo Macario se localiza en la cumbre del monte y su construcción está apadrinada por diversas leyendas. En realidad, estas leyendas asociadas a capillas montañesas se repiten por el mundo adelante, y ésta es muy similar a la de La Guiana, en El Bierzo.
San Macario tampoco quería perder de vista las ermitas de sus hermanos, todas situadas en puntos altos de diversas sierras.
Aunque, para captar una vista de los valles, aparcamos el coche un poco antes de la cima, y caminamos hasta unos peñascos que nos dejaban colgados sobre los valles en los que se asientan Pena y Covas do Río, aldeas que ahora divisamos desde las alturas. Nos dábamos cuenta de la ubicación de Pena, un auténtico escondrijo.
Track de la ruta «Onde o morto matou ao vivo» a Aldea de Pena
Descargable para GPS: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15082275