Dedicamos el último día de viaje en Colombia a visitar Bogotá, conocer el centro histórico en el barrio colonial de la Candelaria, y a visitar un par de interesantes museos, Museo Botero y Casa de la Moneda.
Visitar Bogotá en la Colombia andina
Llegar desde el aeropuerto al centro de Bogotá es cómodo por la amplia, moderna e impoluta avenida de El Dorado, que en ningún momento parece ubicarse en una ciudad sudamericana. Más bien pensarías que estás en Europa o Norteamérica. Nada que ver con la suciedad que observas en el trayecto del aeropuerto al centro en otras ciudades de Sudamérica como Lima, Santiago de Chile o La Paz.
Como buenos colombianos, los bogotanos también son aficionados al ciclismo. Toda la ciudad cuenta con carril bici. Los domingos incluso cierran al tráfico algunas calles para dedicarlas exclusivamente a los ciclistas.
En un lugar de clima suave de la región andina, los españoles fundaron la ciudad en 1538, en una zona anteriormente poblada por los indígenas muiscas.
Me gusta el clima fresco de Bogotá, con temperaturas diurnas de unos 15-16 ºC que invitan a pasear. Sus 2600 msnm se hallan todavía en esa franja de altitud en la que se puede respirar cómodamente si evitamos acelerones.
El hotel Ibis se sitúa en el barrio del centro de Bogotá, junto al Museo Nacional. Es una excelente ubicación para visitar Bogotá y también para conectar con el aeropuerto. Pero éste no es el centro histórico, sino un barrio moderno de altos edificios y amplias avenidas. El barrio colonial de La Candelaria constituye el casco histórico. Llegar hasta ahí desde el hotel supone un pequeño paseo por la Carrera 7, avenida peatonal en obras atiborrada de comercios cuya oferta se complementa con los puestos callejeros.
Poco a poco muta la fisionomía urbana, desde los modernos edificios como la Torre Colpatria que se ilumina de colores por la noche, a edificios cada vez más bajos que flanquean esta avenida, antaño conocida como Calle Real. Todavía se conservan las vías del antiguo tranvía.
El bullicio va en aumento conforme nos acercamos a la Iglesia de San Francisco, la más antigua de Bogotá. Su ornamentado retablo dorado tal vez pretende elevar a la divinidad la trascendencia que los indígenas otorgaban al oro.
Ya sólo queda un corto trecho para llegar a la Plaza de Bolívar, el corazón palpitante de La Candelaria. La estatua de Simón Bolívar ocupa una destacada posición central. En este animado espacio urbano se mezclan turistas con vendedores ambulantes, vagabundos dormitando y policías, a quiénes, junto con los soldados, siempre vemos presentes en cualquier lugar de la Candelaria.
La plaza me recuerda a otras de Sudamérica, como las de Quito, Cusco o La Paz, no sólo por la arquitectura hispánica, sino porque cuando alzamos la vista observamos los cerros que la rodean. Las construcciones más destacadas son las religiosas: la Catedral y la Capilla del Sagrario. Sin embargo, pocas edificaciones permanecen inmutables desde la época colonial. Por ejemplo, las columnas jónicas y el corte neoclásico del Capitolio te trasladan a la Grecia clásica. Fue construido entre fines del siglo XIX y principios del XX y es la sede del Congreso. No es el único edificio gubernamental que se emplaza en torno a la plaza. También están la Casa de Nariño (vivienda del presidente de la República) o el Palacio Liévano (alcaldía). Y por ello concentra tanta vigilancia policial.
Plaza de Bolívar en Bogotá
Estatua de Simón Bolívar
A partir de entonces se trata de callejear por las calles añejas y rectilíneas. Y así descubrimos fachadas coloridas, balcones de madera, enormes puertas, patios coloniales. Nos sorprende una calle repleta de tiendas que venden todo tipo de útiles militares. Y mejor me callo alguna de las escenas que observamos.
Las calles se empinan hacia el este y se encaraman al Cerro de Monserrate. A más de 3000 m de altura, esta colina es un emblema de Bogotá, tanto por el significado religioso de la iglesia de Monserrate como por las vistas de la ciudad que ofrece. Se puede subir en teleférico o en funicular, aunque nosotros no lo hicimos porque preferíamos dedicar el tiempo a conocer la ciudad. También nos quedó pendiente acercarnos a la Catedral de sal de Zipaquirá, ubicada a unos 50 Km de Bogotá y que los bogotanos recomiendan tanto.
Barrio de La Candelaria en Bogotá
Palmeras ornamentales en Bogotá
Varios museos cierran los lunes. Especialmente me interesaba visitar el Museo del Oro, considerados uno de los museos más importantes de Sudamérica, ya que contiene una relevante colección de objetos de oro pertenecientes a diferentes culturas precolombinas. Al menos pudimos ver una pequeña representación en el museo del oro de Cartagena de Indias. Otros museos sí que abren los lunes y tenemos oportunidad de visitarlos. Es el caso del Museo Botero y la Casa de la Moneda, ambos ubicados en hermosas casonas coloniales comunicadas. Se sitúan a escasa distancia de la Plaza de Bolívar y la entrada es gratuita. Las estancias se configuran en torno a un patio.
La Casa de la Moneda se ha convertido en museo y narra la historia de la moneda y su evolución, desde remotos tiempos prehispánicos hasta nuestros días. La visita instruye sobre el distinto significado del oro para los indígenas y para los colonizadores. Para los primeros no representaba riqueza material, sino que era un símbolo sagrado que les permitía conectarse con las divinidades para pedir fertilidad de la tierra. En cambio, los conquistadores pretendían acaparar riquezas expoliando el oro sudamericano.
Museo Casa de la Moneda en Bogotá
En el Museo Botero nos unimos a una visita guiada de una hora muy bien explicada y muy interesante. Realizan varios pases al día. Fernando Botero nació en Medellín y viajó por Europa para aprender de la pintura europea, en la que se inspiró muchas veces, pero siempre adaptándola a lo que su imaginación le sugería y a lo que había observado en su entorno. Es interesante descubrir los aspectos de su pintura y de su escultura, como su versión de la Gioconda de redondeado rostro enmarcada en un paisaje de volcanes.
En su juventud, Botero encontró tantos problemas para acceder a los cuadros de los grandes pintores que ha querido donar una parte importante de su obra a su propio país para que así esté disponible para sus compatriotas. Opina que no es justo que todas las grandes creaciones artísticas residan en Europa o Norteamérica, y piensa que los países menos desarrollados también tienen derecho a acceder al arte para que jóvenes artistas se puedan inspirar. Las salas del museo se complementan con obras de Picasso, Dalí, Miró, Renoir, Degas, y varios artistas más de reconocido prestigio internacional.
Museo Botero de Bogotá
Para el almuerzo elegimos una parrilla de carbón en La Candelaria. Parrillada de carnes mixtas con patatas, guacamole, plátano frito y arepas. El jugo de frijoa está riquísimo.
Es hora de marcharnos y ya tenemos a nuestro taxista de mano, D. Alberto, que nos ha llevado y traído cada vez que lo necesitábamos. Una vez más nos esperaba en el hotel para trasladarnos al aeropuerto.
El aeropuerto de Bogotá es una maravilla. No hay colas, no hay multitudes, es muy moderno y todos los trámites se realizan en un periquete. Grato regalo por parte de Iberia, que nos ha pasado a business. Qué gozada volar tan cómodamente.
Impresiones finales de Colombia
Se habla mucho de la inseguridad en Colombia. Yo no la he percibido en ningún momento. Los episodios de violencia ya pertenecen al pasado y están completamente cicatrizados en buena parte del país, al menos en la que está abierta al turismo. Todo el mundo quiere mirar hacia adelante y la gente siempre está dispuesta a ayudar.
Ha sido un viaje muy instructivo y entretenido. Ha estado lleno de aprendizajes ambientales, culturales, botánicos, geográficos. También de aventura: buceo, caminata, parapente, canoa………y especialmente aventura al volante por ciudades colombianas sorteando motos y bicis.
Hemos estado a casi 4500 m de altura y también bajo el mar. Nos han acompañado siempre las palmas: las palmas de cera del Eje Cafetero, los cocoteros de Cartagena o San Andrés, la diversidad de palmeras de la Amazonía, e incluso las palmeras datileras que adornan las plazas de Bogotá. Hemos recorrido una pequeñísima parte de la región andina, la región caribeña y la región amazónica, y nos hemos quedado con una impresión muy positiva de Colombia.
Vuelvo a casa feliz por lo que he vivido y por lo que he aprendido, por haber ampliado horizontes y porque tras cada viaje puedo entender un poco mejor el mundo.
Queda mucho pendiente en Colombia. Prometo volver.
ESTA ETAPA PERTENECE AL VIAJE: COLOMBIA: EJE CAFETERO, CARIBE Y AMAZONAS