De la escarpada Trongsa al valle rural de Bumthang BUTAN


Llega el turno de adentrarnos en el corazón de Bután, el valle de Bumthang, a donde llegaremos desde Trongsa recorriendo paisajes de montañas y bosques.

Grandes momentos con pequeñas cosas. Creo que algo que no olvidaré fueron aquellos instantes que compartí con un niño butanés en los alrededores del hotel de Trongsa. Qué risas nos echamos, jugando a perseguirnos, e improvisando un partidillo de fútbol con una botella de plástico.

Amanecer en Trongsa

Sólo fue mirarnos, e inmediatamente se acercó a darme la mano. No tendría más de 3 años y rebosaba energía y ternura. Cada uno hablaba su idioma, pero no necesitábamos nada más para entendernos. Tras media hora de carreras, él seguía tan fresco y con ganas de más. Yo me despedía con pena. Disfrutar de lo más simple.

Espléndidas vistas desde el hotel View Point de Trongsa

Casi igual de espléndidas que las que después tendríamos desde Trongsa, observando cómo los grupos empezaban a llegar para visitar el dzong.

Dzong de Trongsa

 

Carretera de Trongsa a Bumthan

De camino hacia Bumthang, las curvas no cesaban. Cambiar de valle suponía subir toda la montaña, cruzar un paso y volver a descender. Interminable e inexplorada naturaleza. Seguían las montañas, los bosques, las cascadas.

Zigzagueábamos inmersos en un caleidoscopio de tonalidades otoñales. Tan apartados, tan remotos eran estos lugares, que recorríamos kilómetros y kilómetros sin encontrar más indicio humano que la estrechísima carretera camuflada entre los árboles. Me estaba encantando este trayecto.

Una estupa y miles de banderitas nos indicaban el paso de montaña, Yotang La, a 3450 m de altitud. Ni vistas ni nada interesante.

Abetos, pinos y cipreses predominaban en el descenso al valle de Bumthang.

Puerto de montaña Yotang La

 

Sendero del Monasterio de Tharpaling en Bumthang

Media hora de subida por una pista de tierra, en la que no faltaban las curvas, nos conducía hasta el monasterio de Tharpaling. Situado en lo alto de una montaña, a 3600 m de altitud, domina amplias vistas. Gran lugar!

Estamos en las montañas de Bumthang.

Monasterio de Tharpaling en Bumthang

Picnic antes de comenzar nuestra caminata. Da igual que la comida se sirva en un restaurante o que se despliegue sobre la hierba. Nunca faltan 7 u 8 platos diferentes, y por supuesto, la montaña de arroz rojo que los butaneses nunca perdonan, ni en el desayuno, ni en la comida, ni en la cena.

Un perro se acercaba, nos miraba, y esperaba pacientemente para quedarse con las sobras.

Durante 2 horas y media recorreremos un sendero, comenzando a 3600 m de altura, y ascendiendo hasta 3800 m, entre banderas de oración y lugares de meditación, para después bajar por el otro lado de la montaña.

Lugares de meditación, como el elegido por una mujer del valle que salió a saludarnos. Durante 3 años, éste era su retiro espiritual, alejada del mundo. Para ellos, meditar es imprescindible para alcanzar la felicidad. A nosotros nos han enseñado que seremos más felices si trabajamos mucho y ganamos mucho dinero, ya que así podremos conseguir muchas cosas materiales que nos aportarán gran bienestar. Para nosotros, la felicidad está en lo que nos rodea. Su concepto es muy diferente, ya que la felicidad procede del interior de cada uno y no depende más que de uno mismo.

Con estas vistas no me extraña ser capaz de alcanzar la paz interior.

Alrededores del Monasterio de Tharpaling en Bumthang

En lo más alto no podían faltar los símbolos espirituales, buda, banderas, plegarias……..

Sólo comenzar la bajada, repentinamente cambiaba el entorno al internarnos en un bosque butanés. Enormes rododendros, cipreses gigantes, pequeños bambúes. Fue allí donde conocimos a un biólogo portugués de la Universidad de Oporto, que asistía a un workshop de investigación sobre la fauna de estos bosques. Nos explicaba, emocionado y satisfecho, las investigaciones que estaban llevando a cabo, colocando cámaras fijas en el bosque para fotografiar la fauna en libertad, de día y de noche. Habían conseguido captar imágenes de especies tan raras en el mundo como el leopardo dorado, el gato de montaña dorado o el panda rojo, que además les iban a permitir analizar sus comportamientos.

El descenso era pronunciado. Por encima de 3400 m, el silencio era absoluto. A menor altitud, escuchábamos los trinos de los pajarillos.

Sonam nos decía que en caso de ser atacados por un oso, alguien se tenía que sacrificar para que los demás se pudiesen salvar. Él se quedaría entreteniendo al oso para que nosotros pudiésemos salir corriendo. No podían permitir el ataque de un animal salvaje a un turista. Por si acaso, yo apliqué la táctica que usaba en Canadá, ir cantando, para que los osos pudiesen reconocer que no éramos más que inofensivos humanos.

Sendero del Monasterio de Tharpaling en Bumthang

Tras cruzar un riachuelo, llegábamos al Centro de investigaciones forestales de Bumthang, donde Pema nos recogía con el coche. Ya tenía preparado el té caliente que disfrutamos sentados en la hierba, rodeados de vacas, y entre tradicionales casas rústicas en cuyo exterior se reunía toda la familia para compartir faenas: unos hilaban, otras tejían……..

Llegamos a Jakar, la capital del Valle de Bumthang

Pocos kilómetros nos separaban de Jakar, capital del distrito de Bumthang, en el centro del país. Nuestro alojamiento se situaba en una zona más alta que el pueblo, lo que nos permitía disfrutar de buenas vistas hacia el valle y las montañas. Enfrente, en lo alto de una colina, distinguíamos el dzong, iluminado por la noche.

Tras despedirnos de nuestras “sombras”, o sea, guía y conductor, un estrecho y pendiente senderito nos permitía llegar al pueblo en pocos minutos, tras cruzar el río que riega este valle. El centro de Jakar, en el fondo del valle, consiste en un par de calles repletas de tiendas de todo tipo. Sastrerías, tiendas de alimentación, escaparates en los que colgaban ristras de queso de yak, tiendas de artesanía, o talleres de reparación de cualquier utensilio, y unos pocos hoteles.

Más elevadas se ubican las viviendas, aunque en esta zona eminentemente agrícola y rural, la población se disemina en granjas rodeadas de tierras de cultivo.

Paseábamos tranquilamente por Jakar, contagiados por el ritmo pausado del lugar. El pueblo estaba lleno de niños, como todo Bután. Los más mayores regresaban de la escuela. Los más pequeños nos miraban, se acercaban, nos sonreían y nos saludaban: “Where are you from?” era su primera frase para entablar conversación, aunque ninguno habría sido capaz de imaginar cómo transcurre la vida en España.

 

ESTA ETAPA PERTENECE AL VIAJE: Bután: reino del Himalaya

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