Para llegar a Germil desde Ponte de Lima nos dirigimos a Ponte da Barca por la vía rápida IC-28. En Ponte da Barca debemos seguir hacia Lindoso para desviarnos después en Entre Ambos Ríos hacia Germil, accediendo al Parque Nacional Peneda-Gerés. Entonces, la carretera no es más que una estrecha carreterita repleta de curvas por donde no pasa nadie. Y ya estamos en el Portugal profundo. Y es que, en Portugal, pasar del progreso al mundo olvidado es muy repentino. Sólo falta un cartel que indique “Está usted saliendo del siglo XXI”.
El último tramo de la carretera que conduce a Germil es de adoquines y con unas curvas tan cerradas que impide conducir a más de 30 km/h. Se agradece el ritmo lento para poder contemplar el paisaje de este rincón del Parque Nacional, en la Serra Amarela.
El GR-34 atraviesa la Serra Amarela, una de las sierras englobadas en el Parque Nacional da Peneda-Gerés. Dicha ruta de gran recorrido se realiza en 4 etapas, recorriendo aldeas y paisajes de estas sierras del norte de Portugal. Por Germil pasa dicho GR. Nosotros sólo haremos una corta caminata circular, en un soleado día de principios de enero. También en Germil es posible realizar el Trilho de Germil, que parte junto a la iglesia y está señalizado. Nuestra ruta usará tramos señalizados del GR y del Trilho, y otros tramos no señalizados.
Hórreo en Germil
Varias señales de madera en Germil indican puntos de interés etnográfico o natural, incluso en inglés. O sea que, me imagino que por aquí traen a los guiris en excursiones organizadas. Desde luego que el turismo en Portugal está en auge, y ellos han sabido, más que nosotros, sacarle partido a su patrimonio rural.
Por el GR-34 abandonamos Germil. Discurre por caminos tradicionales de carros en el primer tramo, entre árboles caducifolios, cuyas hojas alfombran mullidamente el suelo.
Tengo la impresión de que hoy no nos vamos a encontrar con mucha gente.
En enero, la luz invernal es suave. Algunos árboles todavía conservan sus hojas doradas, y el silencio es el principal protagonista.
Pronto, el bosque desaparece. Los matorrales crecen en un entorno granítico salpicado por grandes bolos. La ascensión es continua y ganamos altura, permitiéndonos contemplar el paisaje de sierras onduladas.
El sendero se vuelve cada vez más estrecho, y en ocasiones cerrado de tojos. Aunque algunos montículos de piedras sobre las rocas marcan el camino, en ocasiones nos vemos obligados a buscar alternativas para pincharnos menos con los tojos.
A casi 1000 m de altura nos rodean las redondeadas formaciones graníticas. A partir de ahora nos despedimos de la vertiente orientada al poniente, en el distrito de Viana do Castelo, porque iniciamos el descenso hacia la otra ladera, ubicada en el distrito de Braga.
El panorama hacia las aldeas de Peneda-Gerés es precioso, rodeados de un verde rotundo que pintan los socalcos de cultivo.
Paisajes invernales de la Serra Amarela
Nuestro paso por la aldea de Cutelo pone en alerta a todos los perros de la aldea. Por su empedrado rústico la atravesamos, palpando la esencia de la vida rural, al mismo tiempo que nos deja bonitas estampas del paisaje humanizado. Enfrente vemos las aldeas de Cortinhas y Brufe.
Hórreo en Cutelo, sobre caminos empedrados
Fastidia el contraluz
Cutelo desde la distancia, rodeada de terrazas de cultivo
Entre terrazas de cultivo nos encaminamos a Cortinhas. En esta aldea de montaña destaca su conjunto de hórreos agrupados, así como su paisaje amable y verde.
De Cantinhas salimos por una calzada empedrada en progresiva subida. De nuevo, cambia el paisaje radicalmente. El único rastro de actividad humana son ahora las vacas de cuernos afilados que se interponen en nuestro camino. La sierra muestra su lado agreste, dominado por las rocas graníticas. También los caballos salvajes habitan en la Serra Amarela.
A partir de entonces ya no hay senda señalizada. Es más, ya ni siquiera hay senda. O sea que el GPS es imprescindible. Monte a través avanzamos por lo alto de la sierra.
Me encanta el paisaje del solitario entorno, agreste a más no poder. Además, está muy colorido en esta época invernal. Entre las rocas crece hierba verde, que contrasta con el marrón rojizo de los helechos invernales.
Trepando por las rocas alcanzamos una cima geodésica. Es el lugar que elegimos para comer, ya que las vistas son amplísimas. Logramos divisar un extenso panorama de sierras. En algunas laderas destaca el verdor de los socalcos que rodean a las aldeas, como es el caso de Germil, o de Brufe. Absolutamente solitario y silencioso. Tantos tonos ocres y algo de verde no están reñidos con el azul del cielo y el del río Vez, cuya cuenca también divisamos desde lo alto de la Serra Amarela. ¡Qué bonito!
Paisajes de la Serra Amarela
Los socalcos de la aldea de Brufe aportan verdor
Emprendemos el descenso hacia Germil, que divisamos recostado en la ladera. Estamos a 1100 m de altura, mientras que Germil se sitúa a 600 m. Monte a través nos abrimos paso como podemos para bajar por el escarpado terreno. Las vistas son preciosas durante toda la bajada, la cual comienza por parajes rocosos. Más abajo crecen las praderas, en la que se intercalan formaciones graníticas.
Poco a poco nos acercamos a Germil, aldea que divisamos allá abajo, escondida en la ladera. Su presencia es casi un milagro, al igual que la del resto de pequeñas aldeas que motean las laderas. Cualquiera podría pensar que este territorio rocoso es inhóspito para cualquier actividad humana, pero ahí están, como supervivientes, humeando sus chimeneas y exhibiendo sus tejados rojos y sus parcelas de verde rabioso.
Germil, en la Serra Amarela
Ya cerca de Germil nos dejamos tentar por las insistentes indicaciones del Trilho de Germil y nos desviamos hacia el mirador y la cascada. Total, no eran más que 300 m de distancia. Ni el primero ni la segunda nos llamaron la atención. Parecían más bien carteles para atraer a los turistas. Las vistas desde el mirador no resultaban especialmente llamativas después de haber recorrido la sierra. Y la cascada es bastante chunga. Incluso, yo diría que me pareció más bonito mirar hacia el otro lado de la cascada, donde el río se precipita hacia el valle entre árboles dorados.
Mirador de Germil
A Germil regresamos al atardecer. A todos sorprendía la presencia de extraños en la aldea, y se acercaban con ganas de cháchara.
Es tiempo de poda
Era tan bonito el atardecer que paramos varias veces en la carretera al bajar de Germil hacia Entre Ambos Ríos. El cielo se tornaba anaranjado y los últimos rayos teñían de rosado las sierras.
También paramos a dar un paseo por Ponte da Barca. Todos los pueblos portugueses son tan parecidos, que éste no podía ser diferente. Calles adoquinadas, casas encaladas con marcos de piedra, y su iglesia en clásico estilo portugués.
Track de la ruta: Germil – Cortinhas
Descargable para GPS: https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=16081501
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