En la Serra Amarela se esconde la aldea de Ermida, que será el punto de partida para esta caminata por el Parque Nacional Peneda Gerés. Alcanzaremos el Alto de Louriça, en una ruta en la que conoceremos cabañas de pastores, además de ofrecernos vistas al paisaje de las sierras.
En esta ocasión nos desplazamos de Ponte de Lima a Ponte da Barca por la carretera comarcal, pasando por los pequeños pueblos que se asientan en las vegas del río Lima. El sol empieza a incidir sobre los campos helados, formando nubecillas al evaporar el hielo. Estamos a principios de enero.
En Ponte da Barca seguimos las indicaciones hacia Lindoso / Parque Nacional Peneda-Gerés, que nos conducen hasta Entre Ambos Ríos, aldea donde tomamos la estrecha y sinuosa carretera de montaña que sube a los pueblos de la Serra Amarela. Más adelante, la carretera se bifurca, un ramal hacia Germil y otro hacia Ermida. En este caso nos dirigimos a Ermida, pasando antes por la aldea de Lourido.
La escénica carretera entre Lourido y Ermida pone a prueba el vértigo, circulando al borde del precipicio que cae al estrecho valle. En Ermida se acaba la carretera. A partir de aquí, hay que seguir a pie.
En Ermida encontramos un mirador acondicionado con excelentes vistas a la sierra y al valle del Lima. La imagen de Ermida resulta fabulosa, entre las montañas de la Serra Amarela y las terrazas de cultivo que se despliegan escalonadamente por la ladera.
Es sábado, pero ni mucho menos es día de descanso en la aldea. Las faenas del campo, el atado de las viñas o el cuidado del ganado mantienen a sus habitantes ocupados. Sin duda, ésta es una notable característica de Portugal. Sus aldeas están vivas, no han sido abandonadas. Las casas no se caen a pedazos, sino que se mantienen habitables en gran medida.
Aldea de Ermida en la Serra Amarela (Parque Nacional Peneda-Gerés)
En Ermida comienza, o acaba, una ruta de senderismo señalizada como PR, Trilho da Ermida, que baja hasta Entre Ambos Ríos por la garganta del río, la cual nosotros hemos bordeado en coche. Además, por aquí pasa el GR-34, la gran ruta de montaña por la Serra Amarela, que se divide en 4 etapas.
Nosotros iniciamos nuestra caminata siguiendo las marcas del GR-34 para abandonar la aldea por una calzada empedrada ascendente.
Pronto dejamos el GR para seguir por un camino cuyo empedrado es cada vez más deficiente. Todas estas tierras están en cierto modo humanizadas, existiendo muretes de piedra, corrientes de agua toscamente canalizadas…….
La subida es cada vez más empinada y en una hora alcanzamos los 800 m de altura. Nuestros ojos lo agradecen. Divisamos una panorámica amplísima en la que Ermida (500 m de altura) protagoniza un plano destacado, mientras que otros pueblos de la Serra do Soajo y del Valle de Lima quedan más lejanos. Casi creemos ver el Océano Atlántico, donde desemboca el río Lima en Viana.
Panorámica de la Serra do Soajo, en el Parque Nacional Peneda-Gerés
Cuesta arriba continuamos, pasando por algunos corrales amurallados en círculo. En alguno, observamos alguna pequeña cabaña de pastores. Las vistas son cada vez más elevadas y más coloridas. La vegetación adquiere muchas tonalidades: verdes, marrones, rojizos.
La Serra do Soajo exhibe su silueta rocosa, mientras que, hacia el mar se van degradando los perfiles de las montañas. Mirando hacia arriba, nos desafían las cimas rocosas. Ya no hay sendero, sino que subimos monte a través. El panorama es cada vez más amplio: valles y sierras onduladas quedan al alcance de nuestra vista. Ermida esconde sus verdes bancales en la ladera. El valle de Lima suaviza los perfiles.
Los caballos salvajes permanecen inmutables y no interrumpen el silencio.
La soledad se hace notar al continuar la ascensión y alcanzar Corisco, aunque los penedos graníticos se empeñan en acompañarnos, depositados sobre las praderas, como si fuesen sus habitantes. En realidad, somos nosotros quienes nos empeñamos en acompañarlos. Ellos ya estaban ahí desde hace milenios.
Para cruzar el Ribeiro da Cova nos internamos en la umbría. Se nota de repente un cambio de ambiente, mucho más fresco y húmedo ahora. Tan sombrío que el suelo permanece helado. Esas placas de hielo son las culpables de algunos resbalones. El río da Cova forma un barranco, por el que fluye escondido, sin dejarse ver ni oir.
Pronto recuperamos el ambiente soleado y las vistas hacia el barranco y el resto del paisaje serrano. La subida no cesa y pasamos por Fojo do Lobo y Chã do Muro.
A 1200 m de altura logramos divisar la otra vertiente de estas cimas, vertiente que se había mantenido oculta hasta ahora. Divisamos el embalse del río Homem, que reposa abajo, escoltada por las laderas que caen vertiginosas. La panorámica es extensísima hacia el Parque Nacional Peneda Gerés.
Todavía tenemos que seguir subiendo por Muro hasta alcanzar el Alto da Louriça, cuya cima copan las antenas.
Las vistas desde el alto da Louriça son estupendas, a 1340 m de altura. Comemos sin tiempo para detenernos como me gustaría. Los días son cortos a principios de enero, y las horas de luz no dan para retozar.
Intentamos apurar el paso en la bajada, aunque resulta imposible. La bajada es horrible, totalmente cerrada de vegetación, avanzando penosamente pisando matojos.
Más cómodamente caminamos después por la mullida hierba de las praderas que nos conducen al corral y cabaña Cortelho Chã da Fonte, que nos hace pensar en la dura vida de los pastores que usan estos chozos como cobijo. Aunque, el panorama que tienen a su alrededor es magnífico.
Seguimos bajando y las vacas nos miran. Nosotros miramos la intensidad con la que relucen los colores al atardecer. El verde de la hierba brilla tanto que casi consigue cegarnos. La Serra de Soajo se torna rosada con la luz de la tarde. La bruma se va ganando el valle del Lima. Los robles lucen dorados que destellan.
Finalmente empalmamos con el GR-34 que hace más fácil nuestro caminar. El camino empedrado de carros discurre al lado de riachuelos que generan mayor frondosidad vegetal. Junto a uno de esos regatos se localiza la Branda de Bilhares, un conjunto de cabañas de pastores que, por desgracia ha sido víctima del feísmo, luciendo techos de chapa sobre paredes de piedra.
Atardecer en el bosque
Branda de Bilhares
Llegando a Ermida
En Ermida bullía la actividad cuando regresamos, con el sol a punto de ponerse. Las bigotudas mujeres vestidas de luto barrían sus balcones. Los hombres recogían el ganado.
Atardecer en Ermida
Puesta de sol desde el mirador de Ermida, en la Serra Amarela
Track de la ruta por la Serra Amarela: Ermida – Louriça
Descargable para GPS: https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=16081530