En la aldea semiabandonada de San Cristóbal iniciamos la Ruta del Silencio por la comarca asturiana de Los Oscos. Recorreremos aldeas abandonadas como Mourelle y Brusquete, bosques, laderas con vistas al valle de Bobia, y nos acercaremos a un par de cascadas que forman los briosos ríos que corretean por estos abruptos y solitarios rincones.
Acceso a la Ruta del Silencio
A la aldea de San Cristóbal llegamos en coche desde Taramundi por la carretera regional AS-13 que conduce a Vilanova de Oscos pasando por el puerto de la Garganta. Tras el puerto, la carretera desciende hacia Vilanova, y en la aldea de Ponte de Penacova tomamos una estrecha carretera ascendente que nos conduce hasta San Cristóbal.
Mirador de Puerto de la Garganta
Ruta del Silencio en Los Oscos
Cuando llegas a San Cristóbal notas que estás apartado de todo. De inmediato te das cuenta del motivo del nombre de la ruta. El silencio impera en este valle recóndito. En San Cristóbal, algunas casas lucen restauradas, tal vez para ocupación ocasional, mientras que la mayoría se encuentran en estado ruinoso.
En San Cristóbal se inicia también la Ruta de la Bobia, que recorrimos hace unos años. En esta ocasión, tomamos dirección contraria, siguiendo los letreros indicadores. Y es que toda la Ruta del Silencio está bien señalizada, y es circular.
Incluso los tres perros de la aldea parecen mudos, y en silencio nos acompañan durante todo el trayecto.
Aldea de San Cristóbal
Iglesia de San Cristóbal
Pasada la iglesia de San Cristóbal abandonamos la aldea por un camino tradicional que desciende. Debido a la altitud, (San Cristóbal se ubica a unos 800 m de altura), la vegetación es escasa durante el primer kilómetro, ofreciéndonos vistas hacia el valle encajonado. Sólo que nos tocó recorrerlo bajo la lluvia, por lo que el paisaje de montañas y valles se difuminaba entre la niebla.
El camino es bastante pendiente por terreno pizarroso, que mojado resulta resbaladizo. Transcurrido el primer kilómetro, y tras haber descendido hasta unos 500 m de altura, nos internamos en el bosque de castaños. El suelo es una auténtica alfombra de hojas, el entorno es frondoso y escuchamos el sonido del agua, pues los ríos deben encajarse para fluir por este terreno abrupto.
Bosque que, en silencio, nos va murmurando recuerdos del pasado. Antiguos muros de piedra, ahora recubiertos de musgos, y algunas construcciones abandonadas son las huellas de la pasada actividad humana de uso sostenible de los bosques.
Por un puente de piedra cruzamos el río Bobia o Ahío. Durante un tramo seguimos su curso. Es una delicia verlo saltar tan pleno de energía. Energía que, en otros tiempos era aprovechada para sustento de los lugareños, como en el viejo molino de Mourelle.
Río Ahío en Los Oscos
Puente sobre el río Ahío o Bobia
Corripas en el bosque de la Ruta del Silencio
Precisamente junto al molino el camino se aleja del río. El sendero asciende, dejándonos apreciar el escarpado cañón modelado por el río Bobia. Algunas paredes se descarnan en roca viva pizarrosa, mientras que el bosque recubre otras laderas.
En las pendientes más suaves se asentaban pequeñas aldeas. Es el caso de Mourelle, a donde llegamos tras subir hasta 600 m de altura. Ahora permanece en silencio. De pizarra constaban sus construcciones, ahora deshabitadas. Colgado de la ladera, las vistas son magníficas desde Mourelle. Divisamos enfrente la aldea de San Cristóbal, de donde hemos partido. Tan sólo algunos pajarillos y el sonido del río que fluye por el fondo del cañón se encargan de romper el silencio.
Los habitantes de Mourelle vivían a la antigua usanza, sin carreteras y sin comodidades del progreso, aprovechando los recursos proporcionados por su entorno.
Aldea de Mourelle
Superada la aldea de Mourelle, proseguimos la Ruta del Silencio en subida por una pista pedregosa con buenas vistas al valle de la Bobia.
Vistas desde el tramo entre Mourelle y Braña de Balongo
A 800 metros de altura alcanzamos la Braña de Balongo, donde se asientan las ruinas de antiguas cabañas. Siguiendo un sendero poco perceptible al lado de una cabaña nos acercamos al Pico Balongo. Este pico es un excepcional mirador hacia la Sierra de la Bobia y al valle encajado, casi virginal.
Vistas desde el Pico Balongo
Después de la Braña de Balongo, la ruta bordea otra ladera en continuos sube-bajas. Llegamos a Brusquete cuando hemos recorrido 8 kilómetros. Brusquete es otra aldea abandonada colgada de la ladera. Otro lugar donde reina el silencio.
Aldea de Brusquete
Seguimos bordeando la ladera alejándonos de Brusquete. Avanzamos por pista con vistas al valle del río Bobia. Enfrente divisamos nuestro punto de partida, la aldea de San Cristóbal. Llegamos a adivinar el río fluyendo por el fondo del valle abrazado por boscosas laderas, que parecen infranqueables.
Vistas del valle del Bobia
De nuevo nos adentramos en un bosque, en este caso de robles, por un estrecho sendero descendente de suelo resbaladizo. La senda desciende tan fuertemente que incluso han instalado cuerdas amarradas con estacas para agarrarse.
La desviación a la cascada de Celón está señalizada. Son sólo 200 m, aunque el camino no es fácil, especialmente cuando está mojado. Merece la pena.
Cascada de Celón
Con suma precaución continuamos nuestro periplo de bajada por el bosque, hasta que llegamos al riachuelo. Todo este valle está configurado por multitud de pequeños arroyos que surcan las profundidades cargados de brío para salvar los desniveles del terreno. Tras cruzar un par de veces por sendos puentes de madera nos encaminamos hacia la Cascada del Picón. El desvío está señalizado y supone una desviación del sendero principal de unos 800 m ida y vuelta.
Iniciándose abril está todo precioso, vestido con sus mejores galas, con tanta agua y tanto musgo.
Desviación a la cascada del Picón
Cascada del Picón
Tras visitar la cascada retrocedemos hasta la senda principal, y emprendemos ya los últimos 2 Km de subida hacia San Cristóbal. Este tramo es también muy bonito. Primero nos acompaña el río Bobia, en cuyas orillas descubrimos el antiguo molino de Bobia.
Ruinas del molino de Bobia
Después, el ascenso se vuelve más acentuado entre un bosque de robles y algunos castaños. Parece sacado de un cuento. El musgo recubre las húmedas superficies, las hojas alfombran el camino, los árboles lucen líquenes colgantes sobre sus ramas desnudas. Los sonidos de los pajarillos y el rumor del agua se encargan de la banda musical.
Continúa el silencio en la ruta
La subida nos aleja del río y finalmente también del bosque. Avanzamos por la ladera de frente a la que recorrimos unas horas antes, cuando pasamos por las aldeas abandonadas de Mourelle y Brusquete. De nuevo se abren las vistas al espléndido valle y a las montañas de Bobia.
Paisajes de la Ruta del Silencio
Llegando a San Cristóbal
El camino nos devuelve a San Cristóbal, a 800 m de altura. Fin de la ruta del Silencio y despedida de los perros que nos han acompañado todo el tiempo.
Aldea de San Cristóbal
En coche por Los Oscos
La ruta de senderismo ha finalizado, pero nuestra ruta en coche continúa por la comarca de los Oscos. Al poco tiempo de incorporarnos a la carretera principal en dirección a Villanueva de Oscos, nos detenemos al borde de la carretera para tomar un corto sendero que nos conduce a una bonita cascada.
De vez en cuando, cualquier mirador improvisado es bueno para contemplar el paisaje de la comarca de los Oscos.
Villanueva de Oscos
Desde Villanueva de Oscos, por la carretera de montaña nos dirigimos al puerto de La Garganta para regresar a Taramundi.
Para dormir y cenar en Taramundi
Casa Paulino: hostal rural con restaurante en el centro de Taramundi
Track de la ruta
https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=19705467