Yo me había quedado con ganas de llegar al lago Tarapoto y de experimentar una relación más íntima con el río Amazonas. La oportunidad nos la sirve en bandeja Nemesio cuando desembarcamos en Puerto Nariño ofreciéndonos su barca en privado. La propuesta no pudo ser más acertada.
Lago Tarapoto en Amazonía colombiana
Navegar en una barca pequeña por el río Loreto nos ofrece una perspectiva más lenta, más solitaria y más íntima que la que percibimos en grupo para llegar a Puerto Nariño desde Leticia. La selva se ve más salvaje ahora, sin poblados. Reparamos en los infinitos sonidos que nos conceden las aves, insectos o monos que se esconden entre el denso follaje. Y a la búsqueda de animales vamos, respetando su hábitat y su intimidad, intentando no molestarlos.
Navegando por el río Loreto desde Puerto Nariño
En poco tiempo nos encontramos rodeados de numerosos delfines grises y rosados del Amazonas. “¡Qué suerte tienen, amigos!”, nos comentaba Nemesio. “No es frecuente ver un grupo tan numeroso y nunca se acercan tanto a la barca”. Sobre la quietud de las aguas nos embelesamos contemplando sus saltos, adivinando por dónde emergerán la próxima vez, mientras la selva enmarca un horizonte que no hace sospechar toda la amplitud vegetal que se extiende cientos de kilómetros.
Delfines grises del Amazonas
Tras los delfines llega el encuentro con perezosos, garzas, micos, aves………Sí que es perezoso ése que ni se mueve sobre el árbol. Precisamente su lentitud es su arma de defensa, camuflando sus movimientos y su ruido de las aves depredadoras. Pueden dormir hasta 18 horas al día colgados de los árboles, su hábitat y escondrijo.
Y qué elegantes son las garzas blancas, tanto al presumir de su figura estilizada sobre la orilla como cuando despliegan sus alas en el aire.
Garzas del Amazonas
Oso perezoso del Amazonas
Aves del Amazonas
Tenemos también la oportunidad de observar las Victoria Regia amazónicas en su estado natural. Ahí están, en el río, sin formar parte de un jardín ornamental como veíamos en Natura Park. Es el nenúfar más grande del mundo, cuyas hojas flotantes pueden alcanzar un metro de diámetro. Su aparente fragilidad es engañosa, ya que sobre su superficie puede soportar casi 50 Kg de peso.
Victoria Regia amazónica
El atardecer es el momento especial en el que llegamos al Lago Tarapoto en plena quietud y soledad. El Lago Tarapoto es un espacio natural en el que convive una rica biodiversidad. Sus aguas alimentan a peces, caimanes, manatíes, además de delfines de agua dulce.
Los delfines no están por aquí en esta época de aguas altas, cuando prefieren introducirse en la selva inundada para procurarse alimento. Así que nos dedicamos a absorber el paisaje, a contemplar las infinitas configuraciones con que las nubes pueden decorar el cielo de un paisaje tan plano, tan infinito, tan intrínseco.
Lago Tarapoto
Navegar cerca de la orilla me tienta a mirar hacia abajo, hacia las aguas que reflejan la imagen especular de toda la vegetación que puebla sus orillas. ¡Qué preciosa experiencia!. Es una belleza navegar por la tarde por este solitario paraje del río Loreto, la amplitud, los sonidos, las sensaciones……todo. Pura magia. Yo regreso muy feliz a Puerto Nariño, con una especie de sosiego interior difícil de describir.
Navegando por el río Loreto de Lago Tarapoto a Puerto Nariño
Aves al atardecer sobre el río Loreto en la Amazonía colombiana
Puerto Nariño
Puerto Nariño sería el pueblo ideal para quedarse a vivir si no hiciese tanto calor y no estuviese tan lejos. Ha ganado reconocimiento como aldea ecológica, y no me extraña. No dispone de carreteras, no hay coches. Es exclusivamente peatonal y se ubica a 80 Km de Leticia navegando por el Amazonas. Sus calles de ladrillos rojos se flanquean de plantas que convierten toda la aldea en un auténtico jardín.
La vida diurna transcurre al lado del río mientras que la nocturna se traslada a las calles interiores. Piensas que esta gente sigue viviendo de forma primitiva y no es así. Su rutina comienza por la mañana cuando salen a pescar. Después hay que descansar en las hamacas durante las horas más calurosas. Al atardecer, los jóvenes juegan partidillos de fútbol y baloncesto mientras que los niños chapotean en el río. La noche me sorprende. Salen a cenar fuera en los asaderos que instalan en la calle. Suena la música, aunque sin escándalos. Las chiquillas se arreglan como si saliesen a una discoteca urbana. Ya no se pintan con pigmentos naturales extraídos de las plantas como hacían sus abuelos. Ahora se acicalan con cosméticos sintéticos: pintalabios, máscara de pestañas. Son muy guapas.
Atardecer en Puerto Nariño
Todo el mundo está en la calle disfrutando de la agradable temperatura, del ocio, de la compañía. Colombia se compone de una enorme variedad de culturas diferentes, y sin embargo, si tuviera que elegir algo que me ha parecido común a todos los colombianos es que saben divertirse y ponerle alegría a la vida. Todos te saludan en Puerto Nariño, incluso los pájaros parecen cantar para ti y las mariposas bailar.
En Puerto Nariño no hay cajeros ni se usan tarjetas de crédito. Hay que llevar efectivo. En caso necesario, cambian moneda en un supermercado a un cambio muy desfavorable.
¡Menudo aguacero cae durante toda la noche. Qué forma de llover en la selva!.
A la mañana siguiente volvemos a percibir la apacible atmósfera de Puerto Nariño. Ha sido un gran acierto dormir aquí. Me ha encandilado este pueblecito de selva. Subimos al mirador, paseamos por las calles, saludamos a cada persona que nos cruzamos, contemplamos el río Loreto desde el puerto. Las vistas desde el mirador abarcan el pueblo, el río Loreto, el Amazonas y la selva que se pierde en el horizonte.
Mirador de Puerto Nariño
De paseo por Puerto Nariño
Gallinazo en Puerto Nariño
Hotel en Puerto Nariño
Hotel Wayra Selva: tiene electricidad y agua corriente, aunque no caliente. No dispone de aire acondicionado sino ventilador de techo, que ponemos a funcionar en continuo porque el calor en la habitación es considerable. Nos han tratado muy bien.
El desayuno no es tan completo como en otros hoteles, pero se nota que está preparado con cariño: huevos, arepas, queso, jamón york, fruta, café.
Existen varias opciones de alojamiento. No creo que haya problema si se llega sin reservar. En nuestro hotel sólo había 2 habitaciones ocupadas.
Cenamos en un chiringuito local, donde cenaban los lugareños. No hay apenas turistas en esta época y los restaurantes turísticos estaban cerrados. Charlar con ellos nos aporta otra visión del lugar, de sus inquietudes, sus miedos o sus aspiraciones. Los guías suelen contar una versión dulcificada, trasmitiendo el lado positivo de su cultura: bailes, danzas y ritos de fertilidad. Cuando la complementas con opiniones de la gente local, te quedas con una más completa composición de lugar, y nos hace descubrir la otra cara oscura de suicidios y muertes por enfermedades sin tratar. “Eran brujerías”, creen ellos.
Cómo llegar a Puerto Nariño
Puerto Nariño no dispone de comunicaciones por carretera ni aeropuerto. Sólo se puede llegar navegando.
Diariamente parten lanchas públicas desde Leticia con 4 frecuencias diarias. Tardan aproximadamente 1 hora y 45 minutos desde Leticia navegando río arriba por el Amazonas. Realizan el regreso a Leticia en hora y media navegando río abajo. Conviene comprar los pasajes el día anterior para asegurar plaza.
Otra forma de llegar a Puerto Nariño desde Leticia es mediante un tour organizado, realizando varias paradas en el trayecto, como hicimos nosotros.
ESTA ETAPA PERTENECE AL VIAJE: COLOMBIA: EJE CAFETERO, CARIBE Y AMAZONAS