De Drakensberg nos vamos a Santa Lucía. Un día de grandes cambios. De las montañas a las playas del Indico. Recorreremos playas salvajes y extensas, en las que bate el Océano Indico y los pescadores lanzan sus redes o sus cañas.
Seguíamos con la dieta del colesterol. Desayuno a base de huevos y bacon, aunque “aligerado” con tomate, patata, tostadas y yogur.
De Himeville a Durban. Acercándonos a la costa sudafricana
Underberg, el pueblo bajo las montañas, se asienta a pocos kilómetros de Himeville, y sin embargo, su aspecto es diferente, mucho más “negro” y menos residencial. La actividad matutina transcurría sin prisa pero sin pausa en sus calles.
Calles de Underberg
El día estaba claro y luminoso, y los alrededores de Underberg resultaban exquisitos. Los árboles caducifolios en tonos dorados y cobrizos se salpicaban sobre las verdes praderas, algún laguito, y las elevaciones de Drakensberg al fondo, eran los condimentos que sazonaban un bonito paisaje.
Lástima que nos saltamos un estupendo mirador hacia este entorno. Quedaba en la otra mano de la carretera y no se podía cruzar.
Después, y hasta Howick, durante unos 80 Km, el paisaje seguía siendo muy bonito, relieve de verdes ondulaciones y pequeños pueblecitos, mientras el perfil de las Drakensberg se iba difuminando en la lejanía. Esta cordillera es tan extensa que me habría encantado explorarla más a fondo.
Cuando enlazamos con la autovía N-3 en dirección a Pietermaritzburg y Durban, el horizonte ya se había aplanado y el tráfico intensificado. De pronto, nos parecía que estábamos en otro país, o incluso en otro continente. Elegantes casas, flamantes coches, grandes camiones. El corazón zulú de Kwazulu-Natal se había quedado en las montañas.
Cruzábamos Durban por las 1000 Hills, un área muy elegante, de grandes casas entre árboles. La vegetación se iba tropicalizando. Así, pasábamos de largo esta gran urbe de abundante población india, y donde Ghandi jugó un papel importante en su historia. Y hablando de historia, atrás habíamos dejado Pietermarizburg, relevante ciudad durante la colonización europea. Fue fundada por los Boers tras su victoria contra los zulús en Blood River. Actualmente es capital de la provincia de Kwazulu-Natal.
De Durban a Santa Lucía. Recorriendo las playas del Indico
La autopista de la costa, N-2 hacia el norte, nos trasladaba entre verdísimos campos de caña de azúcar, en paralelo al mar.
Tugela Mouth
Tugela Mouth era nuestra primera parada en las salvajes plazas del Océano Índico. No es un lugar turístico, ni figura en las guías, sólo era un capricho personal. Tenía curiosidad por ver la desembocadura del río Tugela en el Océano, el mismo río que habíamos visto nacer en las montañas Drakensberg, y cuya garganta habíamos recorrido caminando.
Echando un vistazo general, veíamos una playa que no tenía fin. La vegetación tropical acarician las dunas, y las plataneras llegan hasta la arena. Fijándonos en los detalles, veíamos pequeños cangrejos corriendo por la arena, caparazones de langosta, muchas conchitas, y restos de corales.
Salvajes playas del Indico
La actividad principal era la pesca. Los blancos pescaban con caña por entretenimiento. Los negros pecaban por necesidad, lanzando sus redes al mar. “It´s myfood por today”, me decía un jovencito, mostrándome su caldero con 2 peces todavía vivos. “Congratulations, my friend, very fresh, it seems delicious!”.
La temperatura era cálida, la arena fina, y el baño en el Indico templado y delicioso.
Amatikulu Nature Reserve
Amatikulu Nature Reserve era nuestra siguiente visita en el recorrido por las playas del Indico. En esta reserva natural nos pasamos un buen rato explorando sus senderos entre la diversa vegetación tropical. En la exuberancia se escondían montones de pájaros que nos dedicaban un coro que abarcaba todos los sonidos imaginables. También algún mono saltaba de rama en rama.
Más difícil es avistar jirafas, antílopes, o cebras, que habitan en esta reserva. Para acceder a sus hábitats necesitaríamos un 4×4.
En el estuario de marismas buscaban refugio las aves acuáticas. Por el Trail 2 pretendíamos llegar a la playa de dunas salvajes que divisábamos al fondo. Sólo que, llegó un momento en que el camino estaba tan inundado que no podíamos pasar (yo creo que por la marea alta). Este tramo de costa es absolutamente virgen e inaccesible en coche.
Umlalazi Nature Reserve
Umlalazi es otra Reserva Natural costera. Hasta ahí llegamos tras salir de la autopista en el primoroso pueblo de Mtunzini. Impresionante playa de altísimas dunas. El tupido bosque llega al borde de las montañas de arena, e incluso escala por ellas. Bosque, arenas, playa y océano al atardecer…………¡perfecta combinación!.
Los sudafricanos apuraban los últimos momentos de la tarde jugando, pescando o bañándose. Una pandilla cantaba y bailaba al son de la música mientras preparaba una barbacoa.
No me extraña que ahora se esmeren en proteger estas playas del Indico y las zonas de costa que permanecen inalteradas. La mayor parte del territorio está ocupado por extensísimas plantaciones de eucaliptos o de caña de azúcar.
En Sudáfrica es fácil entender las normas de tráfico. Simplemente, no existen. La línea continua no significa que no se pueda adelantar. Que vengan coches de frente, tampoco…….ya se echará alguno al arcén para dejar paso. Y la policía, dando ejemplo, lanzándose a los adelantamientos más temerarios.
Noche en Santa Lucía
A Santa Lucía llegamos de noche. No es nada agradable conducir en la oscuridad por estos lugares. Menos mal que teníamos la tarjeta SIM sudafricana en el móvil y sirvió para llamar a la dueña del alojamiento. Llegamos más tarde de la hora de check-in. Como no vive en la casa, ya se había marchado, pero pronto la localizamos y pasó a recibirnos.
Cálida temperatura. Cena en la terraza de un restaurante. Pasamos de dormir con radiador a dormir con ventilador.