De Ouarzazate no esperaba mucho. Sin embargo, me encantaron las callejuelas de su barrio judío y la Kasbah de Taourirt. Por esta ciudad del sur de Marruecos se suele pasar para dirigirse al desierto al igual que antes lo hacían las caravanas comerciales. En nuestro caso, funcionó como “parada técnica” para pernoctar antes de adentrarnos en el valle del Draa.
Ouarzazate
Atravesamos en coche las amplias y modernas avenidas de Ouarzazate y aparcamos junto a la gran Kasbah de Taourirt. Mañana visitaremos la kasbah. Hoy nos toca caminar por las estrechas callejuelas del Mellah, el antiguo barrio judío, para llegar a nuestro hotel, Dar Kamar.
Alucinamos cuando entramos, qué sitio tan bonito y qué decoración tan exquisita. El hotel Dar Kamar ocupa una antigua kasbah de adobe que ha sido mimosamente restaurada. Desde la azotea, donde hay terraza con mesas y hamacas, contemplamos una excepcional panorámica del palmeral que crece en la confluencia de varios ríos mientras nos tomamos el té y las pastas de bienvenida. De pronto me hubiera apetecido quedarme varios días en este lugar.
Terraza del Dar Kamar en Ouarzazate
Salimos a pasear por la ciudad vieja, el antiguo barrio judío en el que se ubica el hotel, y me enamora al instante. El Mellah de Ouarzazate es un homogéneo conjunto de casa rosadas y un laberinto de callejones con pasadizos. Precioso. Los marroquís se sientan a conversar en la calle y los niños juegan. Todo se muestra con naturalidad y cotidianidad en ausencia de turistas.
Barrio judío de Ouarzazate
La noche nos permite también conocer la iluminación nocturna de la Kasbah de Taourirt, que está al borde de la carretera. Cuando cae la oscuridad, iluminan su fachada con luces de colores.
Kasbah de Taourirt
Cenamos muy bien en el hotel: crema de calabaza, ensalada marroquí, guiso de cordero, ensalada de frutas.
Después de cenar subimos a la azotea del hotel a contemplar la panorámica nocturna, y a continuación volvimos a pasear por las callejuelas del barrio judío, donde reina la tranquilidad.
El desayuno en la terraza del Dar Kamar es un auténtico placer. Aparte de fruta, yogur, pan, pastas, tortitas, té, café, lo más especial resultan unas crepes rellenas de queso y miel, hechas al momento, que tomamos calientes y muy crujientes, estaban buenísimas y nos llenan de energía para empezar el día. Desde la azotea vemos cómo el sol se va elevando sobre el palmeral e iluminando las construcciones de adobe de la ciudad vieja. Si ayer, con la luz del atardecer las veíamos completamente rosas, ahora parecen más anaranjadas.
El hotel es propiedad del fotógrafo Juan Antonio Muñoz y es un auténtico lujo hospedarte aquí. Cuidan todos los detalles, te hacen sentir a gusto y me hubiera gustado quedarme más tiempo.
El palmeral crece a orillas del río Tidili, que se denomina así después de la confluencia de los ríos Dadés y Draa. Ouarzazate acogía caravanas en sus rutas comerciales de intercambio de productos.
Palmeral de Ouarzazate
Al día siguiente comenzamos la jornada visitando el Kasbah de Taourirt en Ouarzazate, situado al lado del hotel y del barrio judío. Como es habitual, está construido en adobe. Es una fortaleza de grandes dimensiones que han rehabilitado y se conserva muy bien. Está claro que el adobe necesita mucho mantenimiento y si no se le presta cuidados, las construcciones se desmoronan en poco tiempo, pues el barro se deshace con el agua, el viento o la sequedad. La fortaleza fue construida en el siglo XIX y pertenecía a la poderosa familia Glaoui, poseedora de importantes propiedades en el sur de Marruecos.
Kasbah de Taourirt
La presencia del recinto amurallado y almenado desde el exterior resulta impresionante. La entrada cuesta 20 dinhares, y junto la taquilla hay guías que se ofrecen para visitas guiadas en varios idiomas. Te intentan convencer de que es un sitio laberíntico y te puedes perder si vas por libre. Pero, vamos, es que eso no cuela. Seguramente esté bien que te cuenten la historia, pero en ese momento no nos apetecía nada y preferimos entretenernos explorando los laberintos por nuestra cuenta.
A primera hora todavía había poca gente y gozamos de tranquilidad en el recinto. Sólo se puede visitar la parte más restaurada, y efectivamente, es un entretenido laberinto de pasillos, estancias, escaleras, torreones, que nos tuvieron distraídos durante una hora. En ocasiones llegábamos a estancias sin salida y teníamos que regresar. Subimos y bajamos escaleras para acceder a las habitaciones superiores y a las terrazas con vistas a la ciudad y al palmeral que se extiende hacia el sur.
La decoración interior está bastante ausente, aunque en escasa medida se conservan suelos de azulejos, paredes con grabados, puertas, ventanas de rejas, columnas. En algunas salas exhiben exposiciones de arte y podemos ver a los propios artesanos locales pintando o tallando.
Enfrente de la Kashab de Taourirt se localiza el Museo del cine, que no visitamos. Artistas de cine han desfilado por las calles de Ouarzazate, ya que en esta ciudad se ubican los estudios de cine Atlas, donde se han rodado numerosas películas, especialmente ambientadas en el desierto. Los decorados artificiales de los estudios se compaginaban con escenarios reales como Ait Ben Haddou y varias kasbahs cercanas. El museo expone materiales utilizados en los rodajes. O sea que, en esta ciudad se han hospedado actrices y actores mundialmente conocidos y por eso hay hotelazos y todo tipo de servicios.
Museo del cine en Ouarzazate
Finalizada la visita a la kasbah nos dedicamos a explorar de nuevo otro laberinto, el de las callejuelas del antiguo barrio judío de la ciudad vieja. De color rosa se pintan todas las fachadas. Estrechas callejuelas, pasadizos, arcos, placitas, la sinagoga…….todo ello en su estado natural, sin grandes restauraciones, donde la gente sigue viviendo. Estos callejones nos mantienen entretenidos otra hora. El barrio es pequeño, pero hay muchos rincones en los que fijarse: puertas, ventanas. No encontramos a ningún turista por aquí, simplemente la gente realizaba su vida normal y nos saludaba al pasar.
Sólo nos quedaba volver al hotel a recoger las maletas. Nos acompañaron hasta el coche y pagamos 20 MAD al hombre que vigilaba el aparcamiento, dirigiéndonos a continuación al Valle del Draa.