En este día realizamos variadas actividades por el norte de Isla Reunión. Desde visitar una plantación de vainilla hasta terminar en el mirador de Le Maido, pasando por el mercado de Saint Paul y Playa de L’Ermitage-Les-Bains, donde realizamos snorkel a salvo de los tiburones.
La Vanilleraie, una experiencia aromatizada
Mi impresión es que los reunionenses se muestran orgullosos de su isla, de sus peculiaridades y de su estilo de vida. Y uno de los aspectos que los distingue es el entusiasmo por la vainilla. La vainilla de Reunión goza de fama universal, conocida como vainilla bourbon, que toma el nombre originario de la isla, la Isla Bourbon.
La vainilla se cultiva en la Isla Reunión desde que, en el siglo XIX, los franceses llevaron las primeras plantas desde Méjico. El clima de la isla era perfecto para este cultivo tropical, y los franceses debieron de pensar que todo iría sobre ruedas. Sólo que no contaron con que para obtener su fruto en forma de vainas alargadas se requiere polinizar sus flores hermafroditas. De esto, en la América tropical se encargaba una abeja específica que no existía en La Reunión. Hasta que, un joven esclavo descubrió cómo polinizar las flores de forma manual, o al menos, ésa es la historia que pulula por la isla.
Que yo sepa, existen en la isla dos plantaciones de vainilla que ofrecen visitas al público. Una está en Bras-Panon, y la otra es “La Vanilleraie”, en la localidad de Sainte Suzanne, al norte de Isla Reunión. Esta última elegimos nosotros para unirnos a una visita guiada y conocer más sobre el cultivo de la vainilla, que tanta trascendencia ha tenido para la isla. Y la verdad es que resultó muy instructiva. ¡Cómo se nota el aroma a vainilla en sus flores!
Orquídea de vainilla
Aunque otros días también hacen visitas en inglés, ese día sólo eran en francés, aunque la guía se defendía en español y pudimos hacerle preguntas cuando nos perdíamos en las explicaciones.
Y así conocimos muchas particularidades sobre la vainilla. Lo primero que nos llamaba la atención era averiguar que se trata de un tipo de orquídea, en color blanco verdoso. Resulta que sus flores, una vez abiertas sólo duran un día, y si no se polinizan ese mismo día, no fructificarán. Desde cómo se realiza manualmente la polinización hasta su elaboración final para consumo, pudimos conocer todos los pasos del procesado, de las vainas verdes que después de vuelven de color chocolate. Son muy delicadas y hay que tratarlas con mucho mimo para que conserven toda su esencia aromática.
Polinización manual de la flor de vainilla
Vainas de vainilla durante el proceso de secado
Por supuesto que la experiencia es muy olorosa, ya que el aroma es el valor principal de la vainilla, y en cada etapa que íbamos siguiendo, percibíamos ese olor tan característico.
Página web: http://es.lavanilleraie.com/ (Sainte Suzanne, norte de Isla Reunión)
Productos elaborados con vainilla
Mercado de Saint Paul
Los viernes durante todo el día y los sábados por la mañana se celebra en la ciudad costera de Saint Paul el mercado del frente marítimo, el más renombrado de la isla. Desde que llegamos a La Reunión, todo el mundo nos decía que no nos lo podíamos perder. Igualmente, es recomendado en cualquier guía de viajes, o en la información de la oficina turística.
Casa de arquitectura criolla en Saint Paul, al norte de Isla Reunión.
Así que, allí nos plantamos un sábado a última hora de la mañana, esperando sorprendernos con su variedad de productos tropicales, y pasar un buen rato entre coloridos puestos, observando frutas, especias, artesanías y otros productos típicos. La sorpresa no ocurrió. Me pareció un mercado de lo más insípido, no muy diferente de cualquier mercadillo de España. Ni tan amplio como me había imaginado, ni con tanta variedad o peculiaridades de productos como esperaba.
Productos en el mercado de Saint Paul
Saint Paul se ubica al norte de Isla Reunión.
Mucha gente regresaba a París con uno de estos bolsos típicos
Nadie se baña en la extensa playa de arena negra de Saint Paul. El fuerte oleaje y la ausencia de barrera protectora contra tiburones lo impide.
Pero, lo que sí hace la gente……………como no podía ser de otra manera en Isla Reunión, es practicar el deporte nacional, ……..¡el picnic!. Ya sea con cachivaches traídos de casa, o con viandas compradas en los camiones de comida, se instalan a la sombra frente al mar, y allí pasan el tiempo. La sombra y la brisa marina ayudan a combatir los calores tropicales de la costa. Y en estos casos…………allá donde fueres, haz lo que vieres.
Playa de L’Ermitage-Les-Bains
Y para combatir calores ya iba siendo hora de zambullirnos en el templado Índico, después de tanta pateada, tanto mirador y tantos paisajes despampanantes. Y, para ello, no hay nada como elegir una zona de aguas transparentes, donde la luz solar consigue llegar hasta el fondo. Esto ocurre en L’Ermitage-Les-Bains. Aunque bastante concurrida, conseguimos hacernos un hueco.
El Océano bate con fuerza más allá del arrecife coralino, pero, protegida por éste, se forma una laguna cálida, remansada y cristalina. Y nada mejor que alquilar un equipo de snorkel para visitar a los individuos que habitan en sus fondos coralinos.
Nos pasamos un buen rato a remojo, entre peces de colores, esponjas marinas, erizos, y corales. En la mayoría de playas de Isla Reunión está prohibido el baño por riesgo de ataques de tiburones, pero esta playa es una de las excepciones.
Sin duda, la playa es otro ejemplo de convivencia de costumbres, razas y religiones. De cultura occidental a cultura hindú o africana. Desde mujeres en topless hasta otras que se bañan vestidas.
Mirador Le Maïdo
Tras instalarnos en nuestro alojamiento para esa noche, Ferme du Bel Air, situado en las alturas de Saint Paul, yo insistía en que quería acercarme a Le Maïdo a última hora de la tarde.
Le Maïdo es un paredón de más de 2000 m de altura, que cae perpendicular sobre el circo de Mafate. Ni que decir tiene que las vistas son prodigiosas. Todo el mundo aconseja acudir a este mirador por la mañana, cuando el cielo suele estar más despejado, y las vistas son más limpias. Pero, resulta que por la mañana está el sol de frente.
Le Maïdo actúa de escudo contra la nubosidad. Las nubes que se forman durante el día en las cumbres de la isla chocan contra este paredón, y ahí se condensan. No encuentran camino para superarlo, impidiéndoles pasar a la costa oeste, casi siempre soleada.
Pero, a veces se me ocurre ir contracorriente, y me empeñé en subir a Le Maïdo al atardecer. Yo creo que me cumplieron el capricho por no oírme insistir, más que por propio convencimiento.
Se tarda casi una hora desde Saint Paul, o sea, que no es una broma. Yo confiaba en que el viaje no fuese en balde. Llovía por zonas, y la niebla se cerraba.
Pero, al llegar arriba y encontrar semejante espectáculo, la conducción por aquel montón de curvas había pasado al olvido. La verdad es que era para haberlo grabado en vídeo. ¡Qué pasada la velocidad de las nubes, que subían, chocaban contra las montañas, y volvían a bajar!
Y, ¡qué ruido!…………nubes tan ruidosas, que incluso oíamos sus golpeteos! ¡Qué momentos tan impresionantes!. Al igual que en el nombre de la isla, aquí se reúnen luces y sombras, claros y penumbras.
Y allí estaba Mafate, mi querido Mafate, que por momentos se dejaba ver y por momentos desaparecía, engullido por las nubes. Porque, así es Mafate………..misterioso y especial. Ahora percibimos como espectadores a vista de pájaro aquellos escondrijos de los que por unos días formamos parte.
En Le Maido asistimos al récord mundial de aceleración de las nubes. En un periquete, lo tapan todo y en otro periquete se abre el telón y se nos muestra el surrealista paisaje de Mafate. Una actuación de nubes surfeando sobre las montañas, de olas nubosas chocando contra el acantilado de Le Maïdo, y ascendiendo a toda velocidad, y volviendo a inundarlo todo o a esfumarse.
Antes, jamás había escuchado semejantes alaridos de las nubes. Gritos que resultaban estremecedores en aquellos momentos en los que la penumbra empezaba a ganar la batalla a la claridad.
Realmente sobrecogedor, sobre todo, por haber recorrido Mafate a pie, y ahora ser capaces de distinguir desde lo alto cada aldea, cada ángulo, cada cresta, cada rincón. ¡Qué grande fue caminar por ahí!
Todavía nos quedaba una sorpresa más, en forma de puesta de sol especialmente llamativa cuando volvimos la mirada hacia el mar.
Esa noche cenamos en el bed and breakfast Ferme du Bel Air con los encantadores propietarios y con un entrañable grupo de jubilados franceses que, casualmente, regresarían a París en el mismo vuelo que nosotros.
Ah! Y lo mejor, el jacuzzi al aire libre con vistas al mar del norte de Isla Reunión. ¡Qué gozada!