Norte de El Hierro. Valverde: costas, acantilados y volcanes CANARIAS - EL HIERRO


Recorrer el norte de El Hierro era nuestro propósito para el primer día en la isla. Nuestro itinerario transcurre por el municipio de Valverde, conociendo lugares emblemáticos, como el Mirador de La Peña o el árbol Garoé. También nos acercamos a la costa de lava, que forma piscinas naturales o acoge pintorescos pueblos de pescadores.

La isla de El Hierro se reparte actualmente en 3 municipios: Valverde, Frontera y El Pinar. El municipio de Valverde ocupa el norte insular, y será el que visitemos en primer lugar. La pequeña villa de Valverde es la capital de la isla.

Mirador de La Peña

Tal vez el lugar más emblemático de la isla de El Hierro es el Mirador de La Peña, y el primer objetivo de nuestro recorrido.  La vista que nos ofrece hacia El Golfo es para enamorarse de la isla. Varios centenares de metros más abajo se alarga una preciosa bahía de 15 Km de ancho, conformando un sitio prodigioso entre los Roques de Salmor y Punta Arenas Blancas.

Divisamos la estrecha franja de tierra que se extiende al lado del mar, y que permite el desarrollo de la agricultura. Bruscamente, el terreno gana altura, formando altos acantilados que no caen sobre el mar, sino sobre la lengua de tierra.

El mirador fue concebido por el artista canario César Manrique, y desde luego que ha dejado su sello. Es tan bonito que volvimos otro día para cenar en su restaurante, cuyo frente acristalado regala un panorama excepcional hacia el mar y el Valle de El Golfo.

Roques de Salmor

Existen varias hipótesis sobre la formación del Valle de El Golfo.

Una de ellas defiende que El Golfo corresponde al cráter de un antiguo volcán que explotó. Según esta teoría, ha quedado la forma semicircular tras haber desaparecido el resto del cráter sumergido en el mar después de la explosión.

Otra hipótesis parece ser la más aceptada actualmente. Sostiene que la formación de la bahía se debió a un desplazamiento gravitacional del terreno, o sea, un hundimiento por peso. El amontonamiento excesivo de materiales, generada por un crecimiento demasiado rápido de la isla, ocasionó su desplome sobre el mar. Según esta teoría, se habían llegado a acumular 2000 m de altura en poco tiempo.

Árbol de Garoé

Nuestra ruta en coche prosigue por el norte de El Hierro, y llega el momento de conocer algo de la cultura local.

Al norte del pueblo de San Andrés, a unos 1000 m de altitud, se localiza el árbol santo de Garoé. Hasta allí subimos para entender la trascendencia de este árbol en la isla.

Aunque han puesto un vallado y el lugar es explotado turísticamente por una empresa, el acceso estaba cerrado por ser temporada baja, por lo que saltamos el murete para acercarnos al árbol sagrado.

El árbol Garoé auténtico fue destruido por un temporal en 1610, y posteriormente replantaron un sucedáneo para rendirle homenaje. La historia cuenta que los aborígenes herreños lo consideraban un árbol sagrado porque captaba el agua de las nubes que forman los vientos alisios, generando lo que denominan «lluvia horizontal». Al escurrir el agua de condensación captada por sus hojas y sus ramas, se almacenaba en albercas, desde tiempos ancestrales, permitiendo suministrar agua a todos los pobladores de la isla.

Esta visita nos enseñó dos cosas importantes de la isla. La primera es la importancia del agua, y la segunda que la isla es realmente un continente en miniatura, con una gran diversidad paisajística y climática. Pasamos de los 23 ºC al lado del mar a solo 11 ºC por encima de 1000 m de altura, y todo ello en 10 minutos. Las zonas altas de la isla son verdes y húmedas, recubiertas de unos bosques preciosos que en primavera aparecen alfombrados de flores, y desde donde se alcanza a ver el mar.

Pozo de las Calcosas, costa norte de El Hierro

Después descendemos hasta la costa, hasta Pozo de las Calcosas, un pueblo de pescadores que compone un lugar peculiar.

El pueblo nuevo se sitúa en lo alto de un acantilado. Sin embargo, el pueblo viejo se ubicaba al borde del mar. Asomándonos al borde del acantilado, podemos ver las casas tradicionales de muros de piedra y  tejados de paja que nos aguardan abajo.

Pueblo nuevo de Pozo de las Calcosas

Pueblo viejo de Pozo de las Calcosas

Hasta allí bajamos, caminando por un corto, aunque pronunciado camino. Al descender, nos encontramos con un lugar desierto. La paja de los tejados susurra al compás del viento, acompañado de los vaivenes de las olas.

¡Qué encantador y solitario!  Relax absoluto. Un lugar estupendo para sentarnos a tomar un bocata de queso herreño frente al mar.  ¡No se me ocurre mayor lujo!.

Casi me resulta atrevido apropiarnos por unos instantes de este lugar, que ahora usan los  habitantes de Valverde para pasar los veranos. De hecho, observamos bastantes casas rehabilitadas y arregladas, aunque manteniendo su estilo tradicional y sus tejados de paja.

Charco Manso

No muy lejos del Pozo de las Calcosas se encuentra el Charco Manso, a donde nos dirigimos siguiendo nuestro recorrido por el norte de El Hierro. Cuando llegamos, algunas personas se daban unos tranquilos baños en las piscinas naturales que forma el mar entre la costa de lava.

Dejando este lugar y ascendiendo por las curvas de la carretera, detenemos el coche en una de ellas, donde observamos un sendero cerrado por una cadena. Echando a andar, bordeamos la Montaña de las Salinas. El paseo resulta agradable, acompañado de bonitas vistas costeras, y de vegetación propia de esta árida zona volcánica.

Después de caminar corto tamo en llano, descendemos por la ladera. No hay camino y resulta algo resbaladizo por las piedras sueltas que componen la empinada pendiente. Pero merece la pena acercarse a la costa de lava modelada en arcos erosionados por las olas.

Sendero de Echedo a Tamaduste

Tras este breve paseo seguimos en coche hasta el pueblo de Echedo. Investigando por los alrededores, tomamos una desviación hasta un pueblecito donde se acaba la carretera. Ahí observamos las indicaciones de una ruta de senderismo que conduce a Tamaduste, otro pueblo costero del norte de El Hierro. En el pueblecito nos explicaron el camino para enlazar con la ruta de senderismo. Según nos indicaron, en media hora se llega caminando a Tamaduste, descendiendo por un sendero. Pero……. nos equivocamos, no una, sino 2 veces, y caminamos mucho más de lo debido, andando y desandando caminos por terreno volcánico.

Entre las cenizas volcánicas de diversos colores se cultivan viñedos ¡dentro de neumáticos!.

Gigantes verodes crecen sobre las cenizas volcánicas

Teníamos que alcanzar la base de la Montaña Roja, circundarla, y después descender a Tamaduste. Conseguimos localizar finalmente el camino bueno, que nos conduce por una zona de malpaís, en la que apenas sobreviven algunos líquenes. Al bordear la montaña va girando nuestra perspectiva, hasta que bajo una vertiginosa pendiente surge Tamaduste, asentado en la costa.

Nuestra determinación cambió al observar el desnivel hasta Tamaduste. Ya no nos parecía tan buena idea bajar andando para después volver a subir. Nos conformamos con la vista desde lo alto y preferimos regresar al coche. 

Atardecer en Las Playas

Ya sólo quedaban minutos de luz. Últimos coletazos de día que decidimos emplear en acercarnos a la zona de Las Playas, donde se emplaza el Parador Nacional de Turismo.

Nada más pasar el túnel que atraviesa el acantilado nos encontramos con un panorama que deja sin respiración. Es bastante parecido al paisaje de El Golfo, pero más reducido y con acantilados más cortados que caen directamente sobre la costa.

La penumbra se había apoderado ya de la zona de Las Playas, y el paraje, orientado al este, prometía mostrarse más espectacular durante la mañana. Por ello, nos propusimos volver otro día para contemplarlo con mejor luz.

 En cualquier caso, el atardecer resultaba sugestivo, asomándose el Teide sobre el horizonte.

Para cenar en Valverde

A Valverde subimos para cenar. En la isla de El Hierro todo sube y baja. Los desniveles son considerables y el mapa resulta engañoso.

Cenamos en la Taberna de la Villa, recomendable para comer de raciones. Todo estaba bueno, y lo que más me gustó fue el queso herreño gratinado, con mojos. Y de postre: flan de chocolate con helado de gofio.

Cuando regresábamos a la casa rural, la noche nos obsequiaba con un cielo estrellado que nos dejaba ensimismados. Destacaba la intensísima luz de Júpiter sobre las innumerables estrellas de la noche, luz que incluso veíamos reflejada en el mar. Es curioso contemplar el reflejo de un planeta sobre el mar.

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