La isla menos conocida de Canarias nos ofrece muchos paisajes diferentes en poco espacio. El Hierro es un paraíso de naturaleza y paz, donde terminaba el «mundo antiguo».
¿Por qué conocer El Hierro?
Por su naturaleza, sus paisajes volcánicos, su vegetación peculiar. Por su historia, por su gastronomía, por su tranquilidad y el apacible discurrir de la vida. Por su carácter rural, por el plácido ritmo de sus gentes.
La isla del Meridiano Cero
Durante muchos siglos fue denominada “la isla del Meridiano Cero”. Antes del descubrimiento de América, El Hierro era considerado el fin del mundo. No había nada conocido más allá. Por eso, en el siglo II, Ptolomeo consideró como meridiano cero el extremo occidental de la isla, y así permaneció durante casi 2000 años, hasta 1880.
Tras el descubrimiento de América, parecía necesario replantearse ese punto de referencia geográfica. Para ello, en 1634, el Cardenal Richelieu reunió en París a científicos de la época, con el fin de establecer un meridiano cero que sirviese de referencia a todos los países del mundo. Sin embargo, decidieron mantenerlo en El Hierro, hasta que en 1880, en una conferencia en Washington, se acordó trasladarlo a Greenwich.
Ya no es el meridiano cero, pero su posición en el mapa sigue siendo una característica singular. El Hierro es el territorio más al sur y más al oeste de España.
Historia de la isla
Antiguamente, antes de la llegada de los conquistadores españoles, la isla estaba habitada por los bimbaches. Se organizaban en tribus que vivían como en la Edad de Piedra. Los bimbaches permanecían aislados del resto del mundo y su procedencia no se conoce con exactitud.
Todavía hoy en día se conservan algunos vestigios de estas tribus indígenas.
El Hierro hoy en día
El Hierro es la más pequeña de las 7 islas canarias. Sólo 11000 habitantes. Aunque de reducido tamaño, la isla encierra una gran diversidad paisajística.
Donde, a diferencia de las demás islas canarias, la explosión turística (aunque hablar de explosión es mucho decir) ha llegado mucho más tarde, y por ello, se ha desarrollado de forma absolutamente sostenible. Aunque ahora el turismo proporciona una parte de los ingresos económicos de la isla, sus habitantes también siguen viviendo de la pesca, de la agricultura y de la ganadería.
En El Hierro no encontramos resorts turísticos ni grandes hoteles. Aquí no llegan turistas buscando sol y playa o piscina. No hay múltiples agencias vendiendo todo tipo de absurdas actividades para entretener a los turistas, prometiendo que se convertirán en una experiencia única e irrepetible en tu vida.
Los pocos, poquísimos visitantes que recibe la isla, buscan turismo de naturaleza. Y eso es realmente lo que encuentras, naturaleza: pura, diversa, casi intacta.
Si te apetece bullicio, si no puedes vivir sin tiendas y bares por todas partes, si quieres marcha nocturna, y no te importa hacer cola para todo, incluso para desayunar, entonces no vayas a El Hierro, porque te aburrirás.
Pero, si disfrutas admirando paisajes naturales, y muy diversos (costas, acantilados, volcanes, bosques, pequeños pueblecitos)……, si eres capaz de quedarte mirando el batir de las olas contra la costa de lava……, si te gusta caminar en la soledad de la naturaleza………, si adoras la vida simple y la tranquilidad…….., si necesitas desconectar del ruido, del tráfico, del mogollón……….., y disfrutas de la conversación con gente amable y sencilla………., entonces, en El Hierro encontrarás un sitio ideal.
Seguro que también lo pasarás en grande si te gusta bucear, pues la isla alberga los mejores fondos marinos de Europa.
Se considera un paraíso para el buceo, y también es un paraíso para senderistas. A lo largo de la isla se delinean numerosos y variados senderos señalizados, de diferentes niveles de exigencia, si bien hay que fijarse atentamente en su dificultad. El relieve de la isla es tan escarpado, que los desniveles que encontramos en muchas rutas senderistas resultan agotadores, incluso de 1000 m de desnivel en 4 ó 5 km de distancia. En algunos casos, más que rutas de senderismo parecen de montañismo.
Viaje y llegada a El Hierro
Todas estas características de la isla atraparon nuestra atención, y por eso, decidimos escaparnos a El Hierro, aprovechando un enésimo viaje a Canarias.
Tras unos días en Tenerife, encontrando una isla cada vez más colapsada de casas, coches y gente, tomamos un corto vuelo interinsular de sólo 40 minutos, en un pequeño avión de hélice, con destino a El Hierro.
Recomendable sentarse en el lado izquierdo del avión, desde donde se divisa la costa tinerfeña y el Teide. Aunque desde el lado derecho, tendrás el honor de contemplar la isla de La Palma.
Aterrizar en aquella pequeña pista del aeropuerto de El Hierro, justo pegada al mar, ya es una pequeña muestra de lo que nos encontraremos al recorrer la isla. El mar está presente en todos los rincones. La isla es pequeña y prácticamente desde cualquier lugar divisamos el mar.
A los pocos minutos de estancia en la isla ya olíamos tranquilidad por todas partes.
También gozamos del primer contacto físico con la amabilidad de los herreños. María Reyes acudió a recibirnos para acompañarnos a la casa rural que le habíamos alquilado, casa Tía Lucila. Una pequeña casita con una habitación, baño y cocina, ¡preciosa!, como una casa de muñecas, con todos los detalles, con barbacoa y unas hamacas en el porche, con unas vistas espectaculares sobre el mar, con la isla de La Palma enfrente, ¡qué maravilla!.
Nuestro entusiasmo se acrecentaba al recibir varios obsequios de parte de María Reyes. Quesadillas recién hechas (el postre típico de El Hierro), todavía calientes…………….. también frutas de su huerta, y huevos de sus gallinas, y queso herreño, y varios productos más para prepararnos los desayunos, ¡genial!
La casa se ubica en el pueblo de Erese, en la zona norte de la isla, en una atalaya con vistas al mar.
Con el mejor de los humores estábamos dispuestos a empezar las excursiones por la isla.
Ver más excursiones por El Hierro: Aquí