Terrible calor en Pokhara, que quita las ganas de hacer cualquier cosa. Así que lo mejor es irnos a comer a una de las muchas terrazas situadas al borde del lago, eso sí, echándole paciencia; al ritmo nepalí. Aunque entre descanso y descanso también tuvimos tiempo de navegar por el lago Phewa y contemplar el amanecer desde la colina de Sarangkot.
Monasterio tibetano de Jangchub Choeling Gompa
El calor resulta todavía más sofocante después de comer, y el cuerpo pide un rato de descanso. Hasta que, más tarde, con un taxi de la calle negociamos una carrera al asentamiento de refugiados tibetanos, conocido como Tashi Palkhel, al norte de la ciudad de Pokhara.
Llegamos justo cuando en su colorido monasterio budista, el Jangchub Choeling Gompa, se arremolinaban monjes de todas las edades, especialmente jóvenes y niños. Ataviados con sus túnicas granates cruzaban el patio para entrar en el templo y prepararse para la oración.
Éramos contados los turistas que merodeábamos por allí, quienes nos apuntamos al acto, sentándonos en el suelo por los laterales, mientras los monjes ocupaban las posiciones centrales, dispuestos en varias hileras.
Así comenzaba un momento bastante místico, entre paredes y techos decorados con pinturas de escenas de la vida de Buda, rimbombantes estatuas por doquier, y los más diversos objetos de culto esparcidos por el recinto.
Toques de trompeta, rezos y cánticos, redobles de gong………mirábamos y escuchábamos con detenimiento cada movimiento. Como pasado un tiempo aquello no parecía tener un fin cercano, decidimos abandonar la sesión y regresar a Pokhara.
Relax junto al lago de Pokhara
Tranquilamente transcurre nuestra tarde en Pokhara a orillas del lago. Tanto nepalís como visitantes toman posiciones en los banquitos o en las terrazas que miran al lago.
Lago de Pokhara
Otra exitosa actividad al atardecer consiste en navegar por el lago. Nosotros también nos apuntamos, alquilando una barca (con barquero) en uno de los puestos. A la paulatina cadencia del golpe de remo nos dirigimos al centro del lago para contemplar la puesta de sol. Lástima no poder ver las montañas del Himalaya reflejándose sobre la superficie espejo del agua, pero esta bruma se nos ha vuelto inseparable.
En la cena nos lanzamos a devorar carne de ternera, con mejor suerte unos que otros al elegir la preparación. Aunque con cierto recelo también probamos el pescado del lago. Sin quererlo, repetimos restaurante, y eso que hay unos cuantos en Pokhara y todos parecen similares.
A la mañana siguiente……Amanecer en Sarangkot
Toque de campana muy temprano, porque a las 5 am pasa a recogernos el taxi que hemos contratado en el hotel para llevarnos a la colina de Sarangkot por 1500 rupias. Sarangkot se sitúa a las afueras de Pokhara y tardamos unos veintitantos minutos en llegar en coche hasta el pueblo emplazado casi en lo alto de la colina.
Empieza a clarear, y el taxi asciende la carretera de curvas. El muy antipático, en vez de llevarnos hasta lo alto de la colina de Sarangkot, nos deja a medio camino para que terminemos de subir a pie por unas…………¡escaleras!. Supongo que no le apetecía embadurnar su limpio coche por la pista de tierra.
No teníamos excesiva confianza en encontrarnos vistas despejadas, pero, intentar, hay que intentarlo. Más de 20 minutos de esfuerzo subiendo colina arriba de madrugada, total para poca cosa. La turbidez de la atmósfera ocultaba las montañas. Tan sólo despuntaban tenuemente las cimas del Annapurna Sur y del Machapuchare. Del resto, apenas se esbozaba una casi imperceptible silueta.
El espectáculo estaba en el amanecer, cuando el sol empezaba a brillar en el horizonte montañoso, y a elevarse cada vez más rojizo y brillante como una pelota de fuego.
Amanecer en Sarangkot
No del todo satisfechos de nuestra suerte emprendíamos el descenso, cruzando Sarangkot village.
También a estas horas comienza a bullir la actividad en la carretera. Los interminables tenderetes ya estaban desplegados. Los escolares ya habían comenzado su marcha de kilómetros para acudir al cole, y las vacas y gallinas paseaban como reinas de la carretera.
El desayuno nos esperaba en el hotel. En la terraza panorámica dejamos pasar el tiempo, haciendo lo que se suele hacer en Pokhara: descansar después del trek, y volver paulatinamente a la civilización. Nos resignábamos a marcharnos sin poder ver las montañas sobre el lago. Esa dichosa bruma se ha encaprichado de la atmósfera.
Para dormir en Pokhara
Repetimos alojamiento en Pokhara. Hotel The Coast, con vistas al lago.
De Pokhara a Kathmandu en avión
Demasiado calor, algunas compras, pequeño piscolabis, y taxi al aeropuerto para montarnos en el minúsculo avión de hélice que nos llevará a la enorme Kathmandu en sólo media hora.
750 rupias es la tarifa oficial de un taxi desde el aeropuerto hasta Thamel. Cubre esta distancia en una media hora.
Repetimos el Hotel Everest Nepal, donde dejamos guardada una maleta durante nuestra ausencia.
El barullo de Thamel ya nos resulta cada vez más familiar. Por sus calles nos dejamos llevar hasta la oficina de Gokul para pasar a saludarlo. Además de recibir los diplomas acreditativos de haber completado del trek del ABC, quedamos para visitar al día siguiente un orfanato de Kathmandu, y para cenar después.
Cena: carne y más carne en el Restaurante K-TOO de Thamel, que parece haber perdido popularidad respecto a nuestra visita de un año y medio antes.