El viaje toca a su fin, aunque antes nos queda bordear el lago Llanquihue, en cuyas orillas se asentaron colonos europeos en el siglo XIX. Casas de madera y pueblos primorosos se localizan alrededor del lago, como Puerto Octay, Frutillar y Llanquihue, mientras que las sosegadas aguas reflejan los volcanes nevados.
Chile nos recibe bajo un intenso aguacero y escondido entre espesa niebla. 5 ºC en el paso fronterizo de Puyehue. Las cumbres de los Andes están ahí, pero apenas las vemos.
Las huellas de la erupción del volcán Puyehue en 2012 son terribles. Enormes extensiones de bosque calcinado, toneladas de cenizas volcánicas acumuladas en el suelo. Aspecto desolador tras un desastre natural. El matorral empieza a reverdecer lentamente entre semejante panorama escalofriante.
Trámites rápidos en la aduana argentina. Hora y media en la chilena.
Paso Puyehue entre Argentina y Chile
Nada más volver a ver los bosques de verde tan brillante y la explosión de agua del sur de Chile, me embarga una sensación inexplicable de felicidad.
Recorríamos el lago Puyehue entre la neblina. Y, desde Entrelagos, directos hacia Las Cascadas por el circuito Interlagos. Y nos vemos de nuevo a orillas del lago Llanquihue.
Nos ha encantado conocer a Vero y familia. Cena deliciosa y charla más deliciosa todavía, al calor de la parrilla. Maravillosa gente. ¡GRACIAS! Conversación sobre viajes, aventuras, sobre Chile, España, sobre la vida, y sobre la carrera de supervivencia en montaña por etapas que se celebraba al lado, auténticos superhéroes que llegaban a meta reventados tras la dureza de la primera etapa. Risas sobre el traqueteo que le hemos pegado a nuestro cochecito……….
Chile nos ha recibido genial y nos ha despedido genial. ¡Qué ganas de volver! La última noche, que siempre resulta triste, se ha convertido en una delicia.
Para dormir: La Casa del Colono, en Puerto Clocker, Las Cascadas, en la zona oeste del lago Llanquihue.
Día de despedida…………
Chile se ha esmerado en regalarnos un día de lo más agradable para nuestra despedida. Un sol tibio que se cuela entre las nubes, un cielo de póster.
Bordear el lago Llanquihue es como trasladarse a la época de los pioneros, al siglo XIX. Aquellos primeros colonos europeos alcanzaron el lago desde la costa, tras días de penuria atravesando la espesa selva valdiviana que, en aquel entonces, ocupaba toda la zona. Ahora vemos los efectos de la colonización. Es una especie de sintonía entre naturaleza y ocupación. Grandes praderas originadas por el hombre junto con extensiones de bosque nativo que permanece inalterado, supervivientes de las quemas.
Por Puerto Fonk y Playa Maitén, una carretera de ripio circula muy cerca del lago, flanqueada por arrayanes y cipreses.
Lago Llanquihue
Paisaje salpicado de casas de madera, herencia de los pioneros que huyeron de una Europa hiper-poblada, asolada por la hambruna y las enfermedades, y que encontraron unas tierras vírgenes, un lugar inhóspito entonces, en el cual lucharon por amoldarlo a unas condiciones de vida adecuadas.
Los europeos trajeron sus semillas, sus bulbos, sus recetas de cocina, sus tradiciones, como la elaboración de cervezas, dulces, tejidos, que, unido a las tradiciones y costumbres de los indígenas que habitaban estas tierras por miles de años………..fusión de culturas en la Región de los Lagos.
Parada en Puerto Octay, paseo por el pueblo, tan a gusto, por fin en manga corta. La clara influencia alemana se nota en sus casonas de madera, de principios del siglo XX.
Mirador de Puerto Octay
Puerto Octay
En la punta de la península Centinela descubrimos un hotel y unas cabañas muy apetitosos, con vistas al lago Llanquihue. Llegamos por un camino entre preciosas casas de madera con floridos jardines y áreas de vegetación nativa.
Seguimos bordeando el lago Llanquihue.
En Quilanto nos desviamos de nuevo de la carretera principal, tomando una ruta de ripio en dirección a Los Bajos, que discurre por la costa del lago, donde también nos vamos encontrando buenos ejemplares de caserones de madera. Ganadería, fabricación de cervezas artesanales, entorno rural.
Y recorriendo unos pocos kilómetros contemplando el lago, llegamos a Frutillar. Pueblo primoroso, casas de madera con jardín, costanera por la que pasean visitantes, veleros regateando en el lago, ambiente vacacional.
Frutillar, a orillas del Lago Llanquihue
Nosotros buscamos una terraza medio soleada, medio sombreada, para darnos un homenaje dulce: jugos de frutas, torta, kutchen, helados……..nos poníamos las botas!. Tan a gusto, en la cafetería “Duendes del lago”, no podía ser más apropiado, ya que nos habíamos sentido en mundos de duendes muchas veces en este viaje.
………¡Esto sí que son vacaciones!………… Pero, ¡qué se le va a hacer! Nos gusta lo salvaje. Repasábamos tantas experiencias vividas, en todos aquellos Parques Naturales que recorrimos: el Vicente Rosales, el Alerce Andino, el Pumalín, el Queulat, la Laguna San Rafael, Futaulefú, y otros por Argentina. Ya ni nos acordábamos de la molesta lluvia, sólo de las cosas buenas………….Un viaje de agua…………lagos, ríos, cascadas, fiordos, glaciares……….y lluvia!
Breve parada en el pueblo de Llanquihue, y directos al aeropuerto de Puerto Montt, que nos despide con 21 ºC.
Perfecta entrega de coche en Econorent, una compañía recomendable. Vuelo con LAN, Puerto Montt-Santiago.
El vuelo de regreso siempre es un momento melancólico, yo querría seguir más tiempo por ahí. Pero, si durante esos momentos en el aire, el sol del atardecer ilumina la Cordillera de los Andes, no puede más que escaparse algún suspiro de felicidad.
El copihue: la flor nacional de Chile
¡¡GRACIAS, CHILE !! Ya tengo ganas de volver!