Para este día, nuestra ruta por Kruger transcurrirá entre Skukuza y Satara. Así, comprobaremos que los paisajes de Kruger no son siempre iguales. De las zonas arboladas de Skukuza a la despoblada sabana de Satara, donde nos esperará una concentración de animales increíble. Ese día debía de haber quedada en Satara de todos los bichos de Kruger.
Amanecer en Skukuza Camp
¡Qué buen sitio es Skukuza! Justo despertar y ver el amanecer sobre el río Sabie……….¡una gozada! Sin ni siquiera levantarse de la cama. A pesar de ser un camp muy grande, casi un pueblo, la verdad es que estos bungallows junto al río son chulísimos.
Alrededores de Skukuza
Nuestra primera salida tempranera solos. Allá íbamos, sobre todo a la búsqueda de leones, la única especie de los Big Five que nos quedaba pendiente en Kruger, y que parecía que nos estaban rehuyendo. No sé cómo se nos ha ocurrido venir con un coche rojo.
Trazamos un corto recorrido fijándonos en el tablero del parque que indicaba los avistamientos del día anterior. Centramos la atención en los puntos rojos sobre el mapa …….. Indicaban encuentros con leones en los dos últimos días, y ahí nos dirigíamos.
Empezaba a despuntar el sol, con ese color rojizo tan típicamente africano.
Tras impalas, jirafas, kudús, nos topábamos con un grupo de hienas que daban cuenta de su desayuno. Tras sentirse satisfechas, abandonaban la faena para dar paso a los buitres. Después cruzaban la polvorienta carretera, dirigiéndose a una charca para beber.
Más adelante, un atasco que coches indicaba algo interesante………………Se trataba de un guepardo. Ciertamente no es fácil verlos. Nuestro guepardo estaba bastante lejos, y con prismáticos podíamos apreciar cómo levantaba la cabeza, la bajaba, agitaba la cola……….. y, después de un buen rato decidió alejarse.
Más jirafas, y buitres, e impalas, pero…………ni rastro de leones.
El sol se elevaba rápidamente. Cuando regresamos a desayunar a Skukuza, el calor ya empezaba a apretar………..y sólo eran las 8 de la mañana.
Medio desayuno en la terraza de nuestra cabaña y medio desayuno en la cafetería. En Skukuza hay wifi, y el ataque de pánico era inmediato al ver que se predecían 37 ºC!!! Las noticias sobre el terremoto de Nepal eran cada vez peores y nos ponían muy muy tristes.
Y último paseo a orillas del río Sabie.
Lago Panic
En el Lake Panic se concentraban los expertos ornitólogos, quienes, con sus enormes teleobjetivos, captaban hasta las pestañas de los pájaros. Se me ocurrió sentarme al lado de uno de ellos, muy entusiasta, que me indicaba eufórico los tipos de pájaros y me explicaba sus movimientos.
Un lugar de efecto sedante. Al margen de un par de adormilados cocodrilos tumbados al sol, la vida de las aves era intensa. Llegaba la máxima expectación cuando un martín pescador se alzó volando, enfiló hacia el agua, agarró un pez, y se lo llevó a una rama. Sacudida tras sacudida, lo iba despedazando y zampándoselo.
No sólo los grandes mamíferos tienen un papel protagonista en Kruger. También los más pequeños reclaman su lugar…… ¡Qué sería del mundo sin las pequeñas cosas!
Un martín pescador agarraba un pez con su pico, despertando la admiración de los ornitólogos. Pedazo de teleobjetivos tenían los expertos. Mi modestísimo zoom no daba para tanto.
De Skukuza a Satara
El tercer día en Kruger ya nos empezaba a resultar repetitivo. Paisajes insípidos e invariables, demasiado tiempo en coche, y, sobre todo…………demasiado calor.
Los animales se refugiaban bajo los árboles buscando sombra. Y nosotros, persiguiendo leones, y sólo nos encontrábamos con elefantes, impalas, ciervos de diversos tipos, rinocerontes………….
Cuando nos bajamos del coche en Mathekeyane, el calor era sofocante. Supongo que esto no es normal. Desde este mirador, uno se da cuenta de las gigantes dimensiones del parque, de la enorme extensión de su arbolada superficie.
Continuábamos sin suerte con los leones, y en Tshokwane paramos a comer. El calor era achicharrante, incluso a la sombra. Un lugar feo en el que monos y pájaros exploraban las mesas buscando restos de comida. ¡Con lo ricos que deben de estar los frutos de los árboles!. Y los monos meaban sobre la barra del bar.
Un momento emocionante llegaba cuando nos dirigíamos hacia Satara, al descubrir a un par de guepardos al acecho junto la carretera. Al otro lado, cebritas e impalas pastaban tranquilamente. Los búfalos permanecían tumbados a la sombra bajo los árboles.
La pareja de piel brillante parecía entenderse a la perfección,…………..controlaba a su alrededor,……….. a nosotros también. Avanzaban lentamente, sigilosos, con cuidado de no ser vistos. Espectacular era verlos cruzar la carretera, casi rozándonos. Bajo los arbustos oteaban y se escondían, observaban a las cebras, se acercaban a unas………….no les gustaron…………se acercaron a otras………..tampoco eran su tipo. Finalmente, emprendieron su veloz carrera persiguiendo a un impala, y, en pocos segundos le dieron alcance. No sabemos más de la historia,……….. aunque, ¡¡nos la imaginamos!!.
Los elefantes retozaban en el agua. Los peques se lo pasaban bomba bañándose y revolcándose en el suelo. Ya teníamos controlados los movimientos de los elefantes. Con sólo mirarlos ya sabíamos si querían cruzar, si estaban molestos o amistosos. Desde luego, eran los tipos más divertidos del parque. Aunque, mejor alejarse de sus cabreos.
De hecho, no nos atrevimos a llegar al baobab gigante, porque ellos merodeaban por allí interrumpiendo el paso y no queríamos que se enfadaran con nosotros.
Satara
Satara era nuestro siguiente alojamiento. Un par de semanas antes había reservado un Morning Walk por internet para el día siguiente. Al llegar, intentamos apuntarnos al Sunset Drive, pero, aparte de que ya sólo quedaba un sitio vacante, justo acababa de salir. Los horarios reales no coincidían con los que figuraban en la página web del parque.
El calor era insufrible, y nuestro bungalow, aunque ni de lejos tan chulo como los anteriores, al menos disponía de aire acondicionado. Aquí no hay ni vistas ni río. La zona de Satara es más despojada de vegetación y menos boscosa.
En las inmediaciones de Satara, de perfil mucho más desarbolado, se concentraba muchísima fauna al atardecer. Manadas de cientos y cientos de animales. Búfalos, cebras, ñús, kudús, impalas, parecía que habían hecho una quedada y se habían agrupado en este lugar, pero muchos, muchísimos. Tenía pinta de que se iba a montar una buena fiesta jolgorio por la noche. También varios horn-bill, especie de aves muy protegidas, nos deleitaban con su presencia, con sus andares y sus volares.
Tampoco al atardecer teníamos suerte con los leones, aunque seguro que merodeaban por allí. Todos los animales habían activado sus alertas y se desplazaban con precaución agitando sus orejas en cuanto la oscuridad iba progresando.
El atardecer………….la mandarina gigante…………….el sol convertido en bola de fuego……………el cielo convertido en llamaradas……….una pasada.
Tras desaparecer el sol, los chacales hacían acto de presencia, aullando como desesperados. También las hienas, que se montaban la cena al lado de la carretera.
Cena en el restaurante de Satara. Aquí hay una pizzería además del restaurante de la cadena común a todos los campamentos. La carta penas varía; cenas carnívoras dentro para los humanos ,y fuera del camp para los salvajes carnívoros. Aunque esta noche ya casi aborrecía la carne y me decanté por una ensalada muy completa.
Allá,……………..no allá fuera, sino allá dentro, más allá de las vallas electrificadas………….(quienes estamos fuera somos nosotros)…………se debía de estar cocinando un gran festín, una intensa actividad nocturna. En cuanto se cierran las puertas de los campamentos, ellos se quedan a su aire, sin gente que los moleste.
Fantàstico y bellísimo. Sigo leyendo, leyendo y soñando… Un viaje que espero podamos hacer en un futuro, en cuanto mi terremoto sea capaz de aguantar jornadas largas de paciencia y fotos, que para papá seràn… estar en el cielo.
Gracias por compartir, con el blog puedo soñar por libre 😀
Espero que estés recuperada. Un abrazo muy fuerte.
Muchas gracias Salodari por dejar tus impresiones.
Para mí también fue un poco a prueba de paciencia pasar tantas horas dentro de un coche, pero la verdad es que para unos días resulta bastante entretenido. Seguro que tu terremoto lo disfrutará cuando llegue el momento y seguirá sumando nuevas experiencias en su currículum viajero.
Un beso