¡Qué equivocados estábamos al suponer que ya habíamos conocido lugares del Perú profundo! Eso era lo que pensábamos nada más aparecer ante nuestra vista el Huayla Belén. Punto de inicio del trekking Gran Vilaya que gozó de cierta popularidad hace 2-3 años, ha caído últimamente en el olvido turístico. Pero, desde que yo había visto la foto de ese valle de terciopelo verde, surcado por una serpiente de agua, tenía claro que quería conocerlo.!!!!!!!!!
Ninguna agencia turística de Chachapoyas ofrecía esta excursión, así que nos lo montamos a medida. Contratamos una camioneta 4×4 junto con otra pareja de españoles que conocimos en Chachapoyas y con quiénes congeniamos de maravilla……… a pesar de la envidia que nos daban sus 2 meses y medio de viaje por Perú. Además, surgió la oportunidad de complementarlo con una caminata a las ruinas arqueológicas de Wanglic, también excluidas de los circuitos turísticos. Este reciento arqueológico se esconde en un cañón de paredes ocres y rojizas por el que caen cascadas……. La cosa no podía pintar mejor, especialmente después de dos días de excursiones en grupo que nos habían dejado saturados de disciplina.
Excursión a Huayla Belén
Nos recibía una mañana de niebla y llovizna. Las condiciones no podían ser peores, pero ……. quien no lo intenta, no lo consigue.
Nula era la visibilidad tras pasar los pueblos de Luya y Cohechán, donde paramos a desayunar. La pista de tierra….de barro…. que continúa a Huayla Belén y varios núcleos cafetaleros, como Congón, fue construida 10 años atrás para comunicar dichos pueblos y facilitar el transporte de su producción de café. Gracias a ella, ahora se evitan los penosos viajes del pasado, montando sobre mulas durante varios días. Imprescindible 4×4 y un buen conductor para sortear los socavones embarrados.
Fortachón, uno; joven y menudo el otro. Nuestro conductor, Jorge, y nuestro guía, Roger, estudiante universitario de turismo, buenas gentes, simpáticos, y parte inseparable del equipo, junto con nuestros nuevos amigos navarros.
A pesar de que la niebla no nos dejaba ver las montañas cubiertas de bosque nativo, selvático, intacto, que ahora está protegido, el largo trayecto no resultaba nada aburrido, entre conversaciones de viajes y de la vida peruana. Nos ponía los pelos de punta conocer de primera mano las historias de Sendero Luminoso. Jorge había militado en el ejército peruano y nos relataba detalles espeluznantes de las guerrillas……exterminios de pueblos enteros, matanzas de universitarios, campos minados, extorsiones a gentes humildes…….intervención del ejército……ni siquiera se han contabilizado las víctimas totales durante todo el conflicto………..Ahora, Perú respira en paz.
Roger nos guiaba hacia el optimismo, contándonos sus ilusionantes proyectos de futuro, su propósito de construir y dirigir su propio hotel en sus terrenos familiares de Kuelap.
La niebla se iba elevando, y de repente, el valle Huayla Belén hacía acto de presencia, cabalgado por el ondulante río.
En la provincia de Luya, región de Amazonas, se esconde esta belleza natural., a 2700 m de altitud.
Vista de Huayla Belén
Pero no sólo se trataba de verlo desde la distancia, como un espectador ajeno. Había que pisar aquella alfombra verde aterciopelada, había que respirar su aire, y olfatear el aroma de este valle que los chachapoyas consideraban sagrado.
Huayla Belén
Cuentan que, 500 años atrás, en las colinas que rodean Huayla Belén se situaban docenas de ciudades indígenas, de las cuales sólo se han explorado algunas, permaneciendo ocultas la mayoría de ellas. Por el valle correteaban cientos de animales salvajes……osos de anteojos, aves, pumas, jaguares….y los chachapoyas lo adoraban por su forma de serpiente. Todos los animales fueron exterminados cuando se introdujo ganado en estos pastizales. También nos contaba Roger que de los cientos de cabezas de ganado que pastaban hace años ya no queda ni la décima parte…..”antaño, esto parecía el Serengueti”…..decía. La construcción de la pista propició el robo continuado de vacas y caballos.
Yo les decía que se les había olvidado colocar un arco-iris para que todo resultase perfecto.
Mirador hacia Huayla Belén
Tras caminar por la tersa y mullida hierba emprendíamos el camino de regreso. La niebla baja se había disipado y podíamos disfrutar de una vegetación exuberante, enormemente diversa, de unas montañas verdes y salvajes, inalteradas. Y de la vista amplia y lejana, antes sumida en la bruma.
Vistas de Huayla Belén
Caminata a las ruinas de Wanglic
Cambiaba el entorno cuando nos acercábamos a los pueblos. Todas las laderas estaban tocadas por la mano del hombre. Cultivos con una inclinación tal que yo llamaría agricultura vertical.
El servicio de comidas del mercado de Cohechán tiene un aspecto de lo más humilde, de esos que llamaríamos cutre, y en el que no nos atreveríamos a entrar por miedo a morir intoxicados, si no fuese porque nos acompañaba gente local. Y sin embargo la comida estaba sabrosa, y seguramente el chicharrón de cerdo y el jugo de papaya eran de lo más orgánico,…….. y además la comida más barata de mi vida……..¡5 soles (euro y medio) por 2 platos con varios acompañamientos y 2 vasos de jugo de papaya!
Las ruinas de Wanglic eran nuestro próximo destino. El sendero parte no muy lejos de la población de Luya. Incluso Jorge se animó a venir con nosotros para conocer el lugar, aunque no estaba nada acostumbrado a caminar, y a pesar de cuánto le dolía separarse de su reluciente camioneta de estreno.
¡Cuántos microclimas y ecosistemas se aglutinan en tan poco espacio!. Si ya habíamos pasado por paisajes de un valle verde rodeado de suaves lomas, de montañas tupidas de vegetación selvática, de laderas cultivadas, ahora tocaba el turno a un bosque más seco, compuesto por árboles bajos, matorrales y muchas diminutas flores.
Se notaba que el camino estaba en desuso. Roger nos iba abriendo paso machete en mano.
Abriéndonos paso a las ruinas de Wanglic
El sendero nos internaba en el cañón del río, cuyas paredes nos iban encerrando. En ellas podíamos observar sarcófagos antropomorfos a lo lejos, incrustados en la roca, como era costumbre en la cultura chachapoyas.
Descendiendo, cruzábamos el río, hasta que en menos de una hora brotaban a nuestra vista las ruinas de Wanglic. Notábamos un encanto especial en el lugar, encerrado entre paredes arcillosas de colores ocres, junto a una cascada cayendo entre la vegetación.
Cañón de las ruinas de Wanglic
Todavía nos quedaba acercarnos hasta ellas para apreciar las construcciones circulares que, al parecer, usaban como enterramientos, aunque otras fuentes opinan que se trataba de construcciones militares o almacenamiento agrícola. Nos explicaban que, hasta hace pocos años todavía se conservaban momias a la vista, pero los saqueos han sido devastadores, como en tantos lugares arqueológicos. Y más en estos lugares, en los que no se prodigan los investigadores.
La forma de la serpiente, probablemente representando un río, vuelve a ser una constante, en esta ocasión, labrada en la puerta de entrada a la cueva.
Los petroglifos mostraban formas humanas o de animales, escenas de caza o de rituales. Unos cuantos insensatos han pintado sus nombres sobre la roca, creyéndose creadores de petroglifos modernos.
Otro senderito nos permitía acercarnos a las cascadas. Roger se dedicaba a darnos envidia, bañándose en una de las pozas. Mira que no avisarnos, para que fuésemos preparados!
Cascadas de Wanglic
En ascenso, el regreso resultaba más lento. Pero ya sólo estábamos a 45 minutos de Chachapoyas, a donde llegamos de noche, previo paso comprometido debido al volcado de un camión.
Nuestra satisfacción con la excursión del día era completa. Así se lo teníamos que hacer saber a Carlos, el de la agencia que nos la había organizado. Según comentaba, nuestras impresiones tan positivas lo animaban a incluir esta opción en su catálogo para el futuro. Con un licor de caña que guardaba para ocasiones especiales brindábamos por nuestro buen día y por sus futuros proyectos. Despedidas, besos, abrazos en nuestro último día en Chachapoyas, aunque con nuestros amigos navarros compartiríamos cena después.
Para comer y dormir en Chachapoyas
Cenamos de nuevo en El Batán de Tayta, por tercera noche. Otra vez todo muy rico y excelente atención. Envueltos de cecina de res, festival de fideos con lomo fino, fetuccini a la ceja brava. Además, como siempre, la casa invitaba a unas bebidas de macerados amazónicos y a los chifles, esos chips de plátano que ya formarían parte de nuestra dieta durante los siguientes días.
Gastronomía de la región Amazonas
Nuestro hotel: Villa de París. Lo elegí por estar rodeado de bonitos jardines en un lugar tranquilo, situado a las afueras. Pero la verdad es que no se encuentra bien cuidado, tal vez porque esos meses habían alquilado muchas habitaciones al gobierno como residencia de estudiantes de alto rendimiento. Desayunos pobres: zumo, pan, huevos, café.
Otras excursiones por Chachapoyas (región Amazonas)
Varios son los lugares que nos han quedado pendientes en la región Amazonas, ya que nos resultaba imposible abarcar todos sus atractivos:
- El pueblo de los Muertos
- Sarcófagos de Karajía y sarcófagos de San Jerónimo.
- Caverna de Quiocta y caverna de Leo
- Palmeral de Ocol y el bosque de orquídeas más grande del mundo
- Laguna de Pomacochas y observatorio de colibríes cola de espátula
- Ruinas de la megaciudad Chachapoyas de Purunllacta
- Ruinas de Levanto, y su camino inca
- Y, sobre todo, el Gran Vilaya
Mañana tomaremos rumbo a Moyobamba