Habiendo finalizado nuestro trekking por la Isla Reunión, continuaremos visitando la isla en coche. Grande Anse y Grand Galet son lugares cercanos pero muy diferentes, en el sur de la isla. Un día completo, con playas con cocoteros, vistosas cascadas, profundos barrancos, y como broche, una puesta de sol sobre una playa de arena negra.
De Cilaos a Saint Pierre en autobús
Dicen que la carretera que conduce a Cilaos desde Saint Louis describe 400 curvas. Podemos comprobarlo en estos momentos, recorriéndola en autobús, medio en el que todavía las notamos más. El conductor debe maniobrar con mucha destreza, especialmente en los túneles de tres metros de anchura. Sólo queda libre una cuarta a cada lado del autobús.
Datos prácticos: Autobuses diarios de Cilaos a Saint Louis: http://cilaosguide.reseau.re/pratique/HoraireBus.htm
Durante los descendientes caracoles nos acompañan los paisajes del Circo de Cilaos. Aunque no tan espectacular como Mafate, pero también Cilaos nos ofrece impresionantes paisajes, y diferentes desde cada perspectiva, desde cada curva. Riscos, crestas, agujas, se suceden en este trayecto en el que nos dirigimos a la costa y el circo se va abriendo, tras desfilar por abruptos desfiladeros.
La vegetación exhibe mayor frondosidad a medida que perdemos altura y nos internamos en cañones y barrancos.
En Saint Louis cambiamos la jungla natural por jungla urbana. En las ciudades reunionenses, el tráfico es intenso y la maraña de coches ocupa las carreteras.
Necesitamos otro autobús para desplazarnos de Saint Louis a Saint Pierre, nuestra base para la próxima noche (cambio de autobús que hicimos en la estación de autobuses de Saint Louis). Y todavía un tercer autobús para acercarnos a recoger el coche de alquiler, en las afueras de Saint Pierre. Casi son las 12 de la mañana cuando por fin conseguimos tener el coche y ponernos en marcha.
La costa sudoeste de Isla Reunión en coche de alquiler: Grande Anse y Saint Joseph
En Saint Pierre comienza el Sud Sauvage (el salvaje sur), que en realidad no es tan fiero como lo pintan.
Nuestra primera parada será Grande Anse, una playa de arena blanca en la que sólo está permitido el baño en un pequeño recodo a modo de piscina. Los tiburones pueden estar atentos a cualquier despiste. Pero a los reunionenses no parece importarles. Ellos se apoderan de la playa y del campo bajo los cocoteros para montar sus picnics. Nosotros decidimos sumarnos, muertos de hambre.
Playa de Grande Anse
Playa de Grande Anse
Desde Grande Anse arranca una carretera costera más panorámica que la N2, hasta Manapany-les-Bains. Esta pequeña localidad también ofrece una piscina marina para el baño, que podemos contemplar desde un mirador al borde de la carretera costera.
Vista de Manapany-les-Bains
Saint Joseph ya está cerca (“Saint Jo” para los locales), ciudad en pleno sur que dispone de múltiples servicios. A nosotros nos sirvió para abastecernos en un hipermercado, aunque la fruta tropical preferimos comprarla en los puestos que los productores locales instalan junto a la carretera. De esa forma adquirimos sabrosísimos melocotones, piñas, papayas…………
En nuestro primer día en la Isla Reunión habíamos conocido a un biólogo del Parque Nacional. Coincidimos en Le Fenêtre, donde nos mostró un mapa en relieve de la isla. Yo sabía de las hondas depresiones que suponen los circos volcánicos, pero hasta el momento no me había fijado en dos depresiones del sur que desembocan en el mar, justo en la zona de Saint Jo. Se trata de la Riviere de Langevin y la Riviere des Remparts, 2 profundos barrancos en los que se hunden sendos ríos.
Riviere de Langevin
La estrecha carretera con cerradas curvas ascendentes que parte cerca de Saint Joseph pone a prueba los latidos de nuestro corazón, especialmente al cruzarnos coches de frente y ver a nuestra derecha las acequias de un metro de altura al filo de la carretera. Se nota que cuando llueve, llueve de verdad. La capacidad de las canalizaciones de aguas pluviales es impresionante.
Las plataneras y las casas criollas flanquean el camino, alternándose con la vegetación salvaje.
En realidad, la Riviere de Langevin es bastante popular por las pozas que forma el río y que posibilitan unos relajantes baños en un entorno rodeado de naturaleza.
La culminación te la sirven de postre, casi al final de la carretera, con el refrescante espectáculo de las cascadas de Grand Galet. Espectáculo que me imagino mucho más poderoso en época de lluvias. Algunos se animaban a chapotear en las remansadas aguas bajo los chorros.
Riviere des Remparts
De las dos depresiones del sur, al interior de la Riviere des Remparts no se puede llegar en coche. Pero existen un par de fórmulas para obtener panorámicas a vista de pájaro. Una de estas vistas se consigue desde la carretera que conduce al Volcán Piton de la Fournaise, la cual conoceremos dentro de unos días. La otra consiste en subir por la lenta carretera hacia Jean Petit, que finaliza en Grand Coude. Discurre entre campos de caña de azúcar por la estrecha lengua de terreno elevado entre ambos barrancos.
Subiendo desde Saint Joseph encontramos un mirador hacia cada uno de los barrancos desde un área recreativa poco antes de Grand Coude, villa criolla. La Riviere de Langevin queda al este y la Riviere des Remparts al oeste. Como llegamos por la tarde, teníamos el sol de frente hacia Remparts y favorable a Langevin, más estrecho que el primero, aunque ambos forrados de vegetación hasta arriba. No debe de ser un lugar demasiado popular, ya que no coincidimos con nadie.
Vista hacia la Riviere des Remparts desde Grand Coude
Vista hacia la Riviere de Langevin desde Grand Coude
Playa de arena negra de Saint Joseph
Para despedir la tarde no podíamos haber elegido mejor lugar que la playa de arena negra de Saint Joseph. Aparcamos junto a la planta de reciclaje, y caminando apenas un par de minutos llegamos a tan íntimo lugar. Mágicos momentos, en los que disfrutamos de la calidez de la luz del atardecer sobre la arena negra y sobre los riscos de basalto, mientras el Océano Índico engullía el anaranjado “soleil”.
Para dormir y cenar en Saint Pierre
Alojamiento: Hotel Lindsey, muy agradable, con un dueño encantador de origen indio.
Les Bons Enfants. Éste fue el lugar que nos recomendó el dueño del hotel Lindsey para cenar. Él mismo se ofreció a acompañarnos. Nosotros esperábamos encontrarnos un coqueto restaurante, y resultó ser un local de platos preparados para llevar. Es lo que tiene el escaso dominio del francés. El tipo nos había propuesto comprar comida preparada y cenar en la terraza del hotel. No fue mala idea. Además, nos invitaron a un plato de melón (reunionés) con jamón (español).