Último día en la Patagonia, y tenía claro que quería volver cuanto antes. «Quién come calafate regresa a la Patagonia», dice la leyenda. Pero, antes de llegar al aeropuerto, todavía nos falta asombrarnos con los últimos paisajes al pasar por la Reserva Nacional Cerro Castillo.
En el último día de nuestro primer viaje a la Patagonia, desde Villa Cerro Castillo nos dirigimos al aeropuerto de Balmaceda, 70 km por asfalto.
La sinuosa Cuesta del Diablo nos coloca rápidamente por encima de 1000 m de altitud, desde donde tenemos unas vistas espléndidas: el valle del Ibáñez, el Cerro Castillo y sus vecinas montañas, y más allá, la Cordillera del Campo de Hielo Norte.
Cuesta del Diablo
La carretera continúa por el interior de la Reserva Nacional Cerro Castillo. Además de ser reserva de huemules, ofrece rutas de trekking para varios días.
El paisaje se vuelve más amigable, una naturaleza a escala más humana, menos salvaje.
Aquellas selvas infranqueables, aquellos inhóspitos campos de hielo, aquellos ríos bestiales, aquellas cumbres inalcanzables coronadas por glaciares, que veíamos más al sur…….se transforman ahora en cerros de menor altura, bosques abiertos, pequeñas quebradas, ríos y lagos más tranquilos.
Reserva Nacional Cerro Castillo
Pasada la Reserva Nacional Cerro Castillo, el paisaje se aplana. Amplios prados ganaderos, pequeños árboles. Sol y nubes, como ha predominado durante el viaje.
Nos despedimos de la primavera, casi verano, austral, porque nos espera el duro invierno. Nos quedamos con los lupinos en flor en nuestra memoria.
Lupinos en la Patagonia chilena
Un homenaje a esos cielos tan protagonistas en el sur de Chile.
Y otro a las tierras patagónicas, donde casi cualquier sitio a dónde ha podido acceder el hombre está vallado, donde casi todo tiene dueño, incluso las montañas, los ríos, los lagos, las cascadas……..
Ahora, que ya éramos expertos encendiendo el fuego, y que ya habíamos empezado a entender cómo funcionan las cosas aquí, a su manera,. ..….toca marcharse.
Se nos acaba un mes de viaje:
4200 km en coche+bus,
más de 300 km andando,
10 embarcaciones,
algunos momentos en bici
Desde el paralelo 54 hasta el 46 del hemisferio austral.
Muchas anécdotas, muchos paisajes, muchos recuerdos, muchas personas en la memoria.
Por lugares donde la naturaleza manda, y el hombre obedece.
Un viaje en el que la espectacularidad no se encuentra sólo al final de cada excursión, sino que está presente de forma permanente en cualquier punto del camino. Cualquier rincón asombra.
Un itinerario que, probablemente, nadie haya hecho igual jamás.
Como cada viaje, ha sido una experiencia única e irrepetible.
En nuestra escala en el aeropuerto de Santiago, al pasar una vez más por el patio decorado con maletas, nos reímos, recordando la historia de nuestras maletas.
El calafate es un arbusto de ramas espinosas, que crece en la Patagonia. De flores amarillas en primavera, que a principios de verano se van transformando en pequeños frutos en forma de bolitas color morado.
Arbusto de calafate
Cuenta la leyenda que quién come frutos del calafate, volverá a la Patagonia. Era la historia de dos enamorados de tribus opuestas. Un amor imposible, que, mediante un hechizo transformó a la enamorada, de nombre Calafate, en un arbusto. Así como el enamorado indígena resultó atraído por la joven Calafate, también quienes coman el fruto del arbusto quedarán atrapados por el hechizo, y “condenados” a volver a la Patagonia.
Me comí mousse de calafate, helado de calafate, y directamente sus frutos maduros en las excursiones por el campo………….O sea que, ¡volveré a la Patagonia!
Diciembre-2012. Muchas horas de avión quedan por delante………
¡¡GRACIAS!! a una lista enorme de personas…….Hasta la próxima!