Llegar por carretera a Tarrafal rodeado de volcanes es casi hacerlo al fin del mundo. No es buen lugar para impacientes. No hay mucho que hacer en Tarrafal, aunque sí hay mucho que observar y que pensar. Viajar hasta este pequeño pueblo costero al sur de la isla de Santo Antao requiere su tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que habíamos pasado la noche en Ponta do Sol, justo en el otro extremo de la isla.
Primero debemos dirigirnos a Porto Novo. Parten pocos alugueres al día de Ponta do Sol a Porto Novo, en horarios muy restringidos. Otra opción más lenta sería ir de pueblo en pueblo haciendo transbordos de un aluguer a otro. Nosotros optamos por la opción más cómoda, un taxi directo por 3000 CVE (algo menos de 30 €).
De Ponta do Sol a Porto Novo recorremos una costa salpicada por pueblecitos costeros, que cada vez se va haciendo más árida. Tras pasar Ribeira Grande y Cidade das Pombas, son Sinagoga, Paul, Janela las principales poblaciones marítimas. Curiosamente, Sinagoga nos recuerda que las islas acogieron a un buen número de judíos cuando fueron expulsados de España y Portugal.
Acantilados en la carretera de Ponta do Sol a Porto Novo
En las proximidades de Porto Novo no crece nada, ni siquiera pastan cabras. Todo son campos de roca volcánica en colores ocres. La ladera que cae hacia Porto Novo me recuerda mucho a El Julán de El Hierro, caracterizada por su color amarillento y su pendiente uniforme.
Los 4×4 de Porto Novo a Tarrafal parten en torno a las 11 am, o antes si han conseguido suficientes pasajeros. Hay pocas plazas, por lo que a veces puede resultar imposible encontrar hueco. No nos resultó nada difícil localizar a un conductor que se dirigía a Tarrafal. Simplemente preguntamos en Residencial Antilhas (Porto Novo), tal como nos habían informado. Se tarda 2 horas y la carretera va progresivamente empeorando.
La carretera a Tarrafal está primero asfaltada tras abandonar Porto Novo, después adoquinada, y finalmente desaparece cualquier tipo de pavimento para traquetear por una pista de tierra y piedras que es más deficiente conforme avanzamos y se termina circulando por la playa. Al mismo tiempo, el paisaje va intensificando su dramatismo. Resulta sobrecogedor encontrarse en medio de un desierto de lava que combina diversos colores. Rojizos, ocres, marrones, blanquecinos nos rodean en un homenaje a la soledad. El 4×4 debe subir a las alturas volcánicas de la isla para después bajar trágicamente hasta la costa donde se ubica Tarrafal. Un cono volcánico por aquí, otro por allá, colores terrosos que se fortalecen bajo el sol y me recuerdan a los desiertos bolivianos.
Paisaje volcánico en la carretera a Tarrafal
Vista del volcán Tope de Coroa desde la carretera a Tarrafal
Antes de comenzar el descenso vertiginoso, yo le había pedido al conductor que se detuviese en Garagem, desde donde se puede bajar a pie por un camino empedrado. La carretera continuaba descendiendo hasta Tarrafal dando un enorme rodeo en montones de curvas. Era mediodía, y nada más apearme del vehículo, me sentía en medio de la nada bajo un sol insistente, en un desolado terreno volcánico que finaliza en el mar.
Pero caminando únicamente unos pasos más y echando un vistazo hacia abajo, descubro la vida que se esconde en Tarrafal. Me preguntaba cuál es el motivo para que a alguien se le haya ocurrido vivir en un sitio así, duda que resolví al comprobar que es un oasis en medio del desierto. El milagro del agua. Me recordaba a Antofalla, aquel pueblito de la puna argentina, tan escondido en un cañón perdido en medio del desierto. El pequeño riachuelo que baña esta ribeira hace posible que crezcan los cultivos. El color verde emerge entre los ocres. La visión es fantástica desde 500 m por encima: el ocre de las montañas, el verde de los huertos y el azul del mar.
Carretera a Tarrafal
Por el camino tradicional desciendo poco a poco hasta Tarrafal. Aunque mi intención inicial era bajar directamente hasta el mar, me pica la curiosidad al ver un sendero que bordea la ladera y se dirige a unas casas que cuelgan en lo alto. Se llama Tarrafal de arriba. Hasta allí decido continuar, disfrutando de sensacionales estampas. Tarrafal se dispone escalonado en el inclinado terreno. Y también los cultivos, en terrazas. El azul del mar se torna turquesa en la bahía…………y más abajo se destapa la playa de arena negra. En otras épocas del año el mar está tranquilo y se puede hacer snorkell y buceo, pero entre enero y marzo las olas chocan contra la costa y resulta peligroso bañarse.
Vista de Tarrafal desde Garagem
Campos volcánicos en Garagem, en la carretera a Tarrafal
Ahí se ve el sendero en zigzag de descenso a Tarrafal
Tarrafal de arriba
Camino de Tarrafal
Vista de la ladera cultivada de Tarrafal
Tarrafal de arriba
Vista de la playa de Tarrafal
Hemos reservado alojamiento en Marina Tarrafal. Tomás y Jenny son los propietarios. Canario él, caboverdiana ella. Qué gran tipo es Tomás, que me resolvió por teléfono montones de dudas antes de viajar. A Tomás poco puedes preguntarle sobre rutas de senderismo; no es lo suyo. Sin embargo, lo sabe todo del mar. A la sombra de su jardín comemos una gallina guisada riquísima escuchando la música del mar y de los pajarillos, antes de entregarnos al descanso y la lectura. Porque Tarrafal es para relajarse, para saborear los minutos a la sombra mirando el mar.
Vida cotidiana en Tarrafal
Jugando a las cartas en Tarrafal
Vida relajada en Tarrafal
Jugando al futbolín en Tarrafal
Pasear por la tarde por la playa de Tarrafal resulta delicioso. Es su principal punto de encuentro. La arena negra forma una medialuna entre los acantilados ocres, rojizos……….. de múltiples tonalidades según cómo incide el sol. El oleaje es fuerte y apenas podemos mojarnos los pies. De arena son también sus calles.
Playa de arena negra de Tarrafal, en Santo Antao
Un momento consagrado en Tarrafal es la puesta de sol. Oriundos y visitantes se congregan frente al mar, buscando cada uno una posición a su gusto a lo largo del paseo marítimo de tierra que finaliza en la playa.
Contemplando la puesta de sol en Tarrafal
Puesta de sol en Tarrafal
Las noches de Tarrafal se inundan de millones de estrellas. Más impresionante debía de ser hasta hace un par de años cuando cortaban la electricidad por la noche. De todas formas, no hay más que alejarse de las luces para observar la Vía Láctea dibujada en el cielo. La música suena en los locales y en las casas. La gente cena al aire libre. Es como si sus habitantes se pasasen todo el año de vacaciones.
Donde comer y dormir en Tarrafal
Hostal Marina Tarrafal
Cena en Marina Tarrafal: lapas, garoupa al horno con vegetales y arroz, mus de frutos rojos.
Track de la ruta de Garagem a Tarrafal
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/cabo-verde-santo-antao-garagem-tarrafal-23572606
ESTA ETAPA PERTENECE AL VIAJE: Cabo Verde. Senderismo y música